INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DE LA JURISDICCIÓN ESPECIAL PARA LA PAZ

MAGISTRADO EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

CONMEMORACIÓN DE LOS 5 AÑOS DE LA FIRMA DEL ACUERDO DE PAZ

24 DE NOVIEMBRE DE 2021

 Que nos acompañe el señor secretario general de naciones unidas señor António Guterres, en este celebración de los primeros cinco años del acuerdo de paz, es causa de profundo regocijo. Igualmente lo es que lo haga el presidente Duque y el expresidente Santos y Rodrigo Londoño, quienes lo suscribieron. La validez del acuerdo y su obligatoriedad está fuera de toda duda. En este momento, lo que cuenta y lo único que importa es el cumplimiento integral, pleno, real y efectivo del mismo.  La presencia del secretario general de las naciones unidas, no la podemos entender sino ligada a ese imperativo categórico de cumplimiento de lo pactado, conforme a las exigencias superiores del derecho interno y del derecho internacional.

En relación con la investigación y juzgamiento de los crímenes bajo su competencia ha comenzado la JEP a formular las imputaciones y procederá a dictar las sentencias respectivas. A pesar de las críticas equivocadas de algún sector, la JEP ha sido efectiva. Desde que entró en funciones en el año 2018, ha dictado más de 50.000 providencias. Una vez sancionada la ley estatutaria, en junio de 2019, vital para el ejercicio jurisdiccional, solo pasaron 19 meses para que se formularan las imputaciones en el caso 01 sobre secuestro, que abarcó 21.396 hechos punibles; solo 24 meses para que se hiciera lo propio en el caso 03 sobre ejecuciones extrajudiciales relativo a la fuerza pública, en el cual se documenta la existencia de 6402 hechos de esa naturaleza. Las víctimas son centrales en los procedimientos ante la JEP porque participan activamente: en los primeros siete macrocasos que avanzan sostenidamente el número de víctimas asciende a 835.268. Pese a esta complejidad, el ritmo de resultados es notorio y sin parangón en la justicia internacional). 

La JEP cumple su misión de manera imparcial, autónoma y con plena capacidad y voluntad, como lo pudo constatar el Fiscal de la Corte Penal Internacional en su reciente visita. El voto de confianza depositado en la JEP compromete aún más nuestra responsabilidad frente a las víctimas y el pueblo colombiano. 

El cumplimiento del acuerdo exige asegurar la vida de los ex combatientes de las FARC, así como de las víctimas y personas que concurren ante la JEP. Una jurisdicción que descansa en los aportes genuinos y espontáneos de verdad arriesga marchitarse si el temor se erige en obstáculo para el acceso a la justicia y la construcción de la paz. Esta falencia podría significar, si no se corrige, el derrumbe del acuerdo de paz y la pérdida de credibilidad del Estado.  

Las imputaciones y las sentencias, en los próximos años ofrecerán la verdad que demanda el país y las víctimas. Nunca más se podrá aspirar a llegar al poder por la violencia. Nunca más se podrá pisotear la dignidad humana desde el Estado o por fuera del Estado. El miedo a la verdad, que ya con la JEP no es un peregrino errante, todavía nutre a algunos detractores de esta institución. Tenemos la esperanza de que incluso ellos comprendan que es en el espacio ya abierto de la verdad – que no se cerrará--, y en el marco de una justicia restaurativa, que no es espada de venganza sino camino de reconciliación, como se unirán las familias de Colombia y las futuras generaciones.

El acuerdo de paz, su cumplimiento real y efectivo, se ha fundido en un solo cuerpo con la Constitución. Cumplirlo es hacer realidad el Estado social de derecho para los grupos humanos más vulnerables de la población colombiana. No hay razón para no cumplirlo de manera integral y no hacerlo en una escala cada vez más ambiciosa. Tanto en el campo como en la ciudad. En todos los municipios, sin excepción. El Estado será siempre objeto de medición y, por supuesto, este no es el que mide o el que gradúa a la paz, sino a la inversa, es esta la que lo mide o gradúa.

La lucha contra la impunidad de los peores crímenes define el quehacer de la JEP y explica su búsqueda incesante de verdad. Los perpetradores podrán enfrentar penas de prisión prolongadas. Pero el sistema contempla la posibilidad, si se reúnen ciertas condiciones, para imponer sanciones de carácter restaurativo, las cuales procuran compensar los daños sufridos por las víctimas.  Un pasado de agresiones será sustituido por uno de trabajos, obras y actividades de contenido reparador, lo que anuncia ya una metamorfosis de la relación criminal y de enemistad radical, por otra de índole sanadora del tejido social roto.  Este es un giro copernicano en el derecho penal contemporáneo. (El Estado que aplica justicia restaurativa está en la obligación de asegurar sanciones que sean, desde la perspectiva transicional, proporcionales y efectivas. El poder ejecutivo tiene el deber inmediato de crear el entramado de proyectos públicos a través de los cuales se puedan cumplir las medidas restaurativas que disponga la JEP dentro del marco de los procedimientos dialógicos establecidos en la ley).    

La imagen que nos ofrece Otto Neurath del navío que en aguas turbulentas deben reparar los marinos con las mismas maderas viejas con las que fue construido, describe el desafío de la JEP y de la sociedad colombiana. El país precisa ser reconstruido desde sus propias entrañas.

Ello pasa por el ejercicio de memoria de perpetradores y de víctimas. Para enderezar el rumbo de este navío lastrado de injusticia, no cabe invocar un milagro ni refugiarse en un comienzo originario. Será necesario rendir cuentas con ese pasado tenebroso, aquí y ahora dentro de este navío, sin detener su marcha y, al mismo tiempo, apelando al instinto de supervivencia y a una esclarecida conciencia de equidad, se impone introducir sin demora los cambios y reformas necesarios para que la travesía existencial de la mayoría de los ciudadanos no sea tan brutal, sórdida y desamparada, como lo ha sido hasta ahora. Señor Antonio Guterres, secretario General de las naciones unidas, nos sentimos capaces de reparar esta embarcación. Por eso nuestro compromiso con la paz.