Inicio de sesión

​​​“La violencia siempre me ha correteado"​

  • Historia de una mujer afro que desde hace 65 años (cuando nació) no ha tenido un día de paz. “Yo no sé cómo estoy de pie", ha dicho.

La violencia llevó a que Mariana Castillo literalmente recorriera el país de extremo a extremo. Su historia comenzó hace 65 años en el municipio de Francisco Pizarro, en el sureño departamento de Nariño.

“He pasado por todos los departamentos de Colombia (porque) la violencia me trae desde allá (en el suroccidente colombiano) correteándome", dijo el viernes Castillo, una mujer negra, alta y maciza cuyo rostro solo destila bondad y esperanza.

“Mi tragedia incluso me llevó a Venezuela. Todo el tiempo la violencia siempre me ha atacado", agregó Castillo durante una entrevista con la oficina de prensa de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP, durante un evento de víctimas celebrado en un hotel de Cúcuta y organizado por la Secretaría Ejecutiva de la entidad.

Cuando tenía 16 años, Castillo vivía con sus padres. Entonces en el pueblo apareció la guerrilla, que, según sus palabras, le envió una especie de orden a la familia: o nos deja meternos con las hijas (eran ocho) o el padre y el hijo pueden tener problemas.

“Como quien dice, si no nos dejábamos violar, ellos (los guerrilleros) tenían el derecho de matar a mi papá o a mi hermano", indicó Castillo, quien además añadió: “Entonces, ¿qué le tocó decirnos a mi padre? Váyanse con ellos".

Castillo recordó que para ese momento era una niña. Casi 60 años después de aquellos terribles episodios, “todavía tengo las secuelas en mi cuerpo (de la violencia sexual de que fue víctima por parte de los ilegales).

Entonces vino el primer desplazamiento para los Castillo: el puerto de Tumaco, también en Nariño y sobre el Pacífico colombiano.

“Mi padre había dejado todo botado, es decir, su tierra y sus pocas cosas. En Tumaco no tenía dónde trabajar y la violencia en Tumaco regresó de nuevo contra nosotros. Además, mi mamá tuvo un problema con alguien y le sacaron un ojo", relató Castillo, llorando.

En medio del desconsuelo porque no podía conseguir un trabajo decente en Tumaco, Castillo aceptó la propuesta de una pareja de venirse para el centro del país en busca de mejores oportunidades.

Pero la realidad era otra, al decir de Castillo: “Cuando llegamos a Bogotá, comenzaron a   distribuirnos, usted se imagina para qué. (Para prostituirlas).  A mí me mandaron para Bucaramanga. A otra la mandaron para Barranquilla. Y a la otra la dejaron en Bogotá. Nos decían que teníamos que pagar los pasajes y lo que invirtieron en nosotras durante el viaje".

A partir de ese momento, para Castillo se inició un nuevo calvario en la capital santandereana.

En uno de los prostíbulos en los que estuvo (a la fuerza), Castillo fue obligada a tener relaciones sexuales con un sujeto cuyo nombre no ha borrado jamás de su mente: Marcos.

Un día, contó Castillo, (Marcos) “me metió a una habitación. Yo salí corriendo y él trancó la puerta. Intentó manosearme. Yo no me dejé. Lo empujé y el señor me metió una puñalada".

Poco tiempo después de haber abandonado el hospital, Castillo terminó de empleada del servicio doméstico en una casa de familia de Bucaramanga.

No aceptó tener un día de descanso a la semana por dos motivos: El primero, que no tenía a quién visitar; el segundo, que la tristeza la estaba matando.

Para esa época, Castillo conoció al que con el tiempo sería el padre de su hija y sus cuatro hijos varones.  Se fueron a vivir a Norte de Santander y luego a Venezuela, donde Castillo no se amañó un solo día.

En consecuencia, Castillo y su esposo regresaron al municipio nortesantandereano de Los Patios.

“A mis cuatro hijos varones, a todos, a todos, se los llevó la violencia", dijo Castillo, casi sin poder hablar. Uno de ellos, de 19 años, se fue para la Marina a prestar el servicio militar obligatorio y en una toma guerrillera fue muerto.

A otro, con mentiras, lo sacaron de su casa y a las dos cuadras lo asesinaron. De otro, de 12 años, no se volvió a saber nunca más. Y del último de los cuatro se perdió toda pista hace años por el sector de Tibú, también en Norte de Santander.

“Yo no sé cómo estoy de pie", enfatizó.

Hoy, Castillo es una lideresa reconocida en Norte de Santander. Hace parte de la mesa de víctimas de Los Patios y tiene una asociación (llamada “Ser negro es más sabroso") que ayuda a las víctimas negras del conflicto.

“Hay mucha gente que cree que las mujeres negras no valemos (…), que siempre tenemos que estar prostituyéndonos", observó Castillo, quien concluyó la entrevista con una frase muy suya: “Me considero una mujer verraca".​