​​“Cargar odios o resentimientos no me va a devolver nada”, dice víctima de violencia sexual​

Hace poco más de 14 años que Heidy Lizeth Lucumí vivió en carne propia lo que es la maldad.

Corría 2008 y ella trabajaba en una finca –atestada de matas de hoja de coca– de la vereda Las Cristalinas del municipio de Puerto Concordia, en el departamento del Meta.

Allí, según sus palabras, había llegado en busca de un trabajo estable.

En la finca, Heidy Lizeth tenía como misión hacerles de comer a sus patrones y a los jornaleros.

Y a alguien más: a los integrantes de los grupos armados ilegales que constantemente pasaban por allí.

Algo que yo tengo es que me paso de amable. Yo siempre con esa gente fui muy amable. Yo no sabía si eran guerrilleros o paramilitares. Siempre había que atenderlos, con gallinas, con cerdos", recordó hace poco Heidy Lizeth a la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP.

Para esa época (2008), Heidy Lizeth tenía unos 21 años y tres hijos pequeños. Era, adicionalmente, la atracción de varios de los integrantes de esas organizaciones al margen de la ley.

Uno de los comandantes me molestaba (o coqueteaba) mucho, pero yo siempre le contestaba que había ido a trabajar y no a buscar marido", agregó Heidy Lizeth. “Yo siempre pensaba que con mis tres hijos tenía", añadió.

Un fin de semana, sus patrones se fueron para el caserío y la dejaron a ella sola en la finca. Para ese momento, llevaba tres años en la finca.

De acuerdo con la narración de Heidy Lizeth, “todos en la finca se fueron para el pueblo, que estaba como a dos horas (de la finca). Esa noche no llegaron a la casa ni los patrones ni los trabajadores.

“(Pero esa noche sí) llegó el grupo que siempre llegaba. Les dije que el patrón no estaba. Dos de mis niños estaban en Villavicencio. Yo estaba sola con mi niño de un año.

Uno de ellos me cogió la cola. Le dije que respetara, que yo estaba trabajando. El supuesto comandante dijo que yo estaba para hacer lo que ellos dijeran, que ellos podían hacer conmigo lo que quisieran.

El señor cumplió su palabra: hizo lo que quiso. Primero fue el solo (el que abusó sexualmente de ella), después fueron los otros.

Me dijo que no podía decir nada, o que habría consecuencias para mis hijos, mi mamá, mi familia. Que él podía hacer conmigo lo que quisiera.

Al día siguiente llegó mi patrón y yo le dije que quería irme. No le explique nada. Salí de esa finca. Eso fue en 2008. Nunca dije nada. No declaré nada (ante ninguna autoridad)".

De nuevo en Villavicencio

Con la moral por el suelo por la violación de que había sido víctima, sin dinero y muerta de miedo por las advertencias que le hicieron sus victimarios, Heidy Lizeth llegó de nuevo a su natal Villavicencio, donde nació hace 35 años.

Sus familiares de la capital del Meta le dieron la espalda. Les contó lo que le había pasado en la vereda Las Cristalinas, pero no le dieron crédito a su historia.

Los años pasaron y Heidy Lizeth sobrevivió como pudo. Hacia 2016 “me dijeron que yo podía declarar sobre lo que me había pasado. Entonces declaré".

No había hablado por temor a que le quitaran a su niña. Declaró en la Unidad de Víctimas e hizo parte del informe que una organización de víctimas del Meta entregó a la JEP.

Hace poco más de cinco meses salió ilesa de un atentado. No tiene claro aún quién la quiere ver muerta.

De hecho, 14 años después de los hechos de Las Cristalinas no está totalmente segura de si los hombres que la violaron eran guerrilleros o paramilitares.

Ellos (los victimarios) dijeron siempre que eran de las autodefensas, pero por lo que he podido averiguar eran guerrilleros de las FARC", advirtió.

El ahora

Los talleres (que organiza la Unidad de Investigación y Acusación) me han servido mucho porque uno escucha cosas que le han pasado a otras personas. Son historias iguales o peores que las de uno. Hay personas a las que les han matado a sus hijos. A otras, al papá, a la mamá…

Yo gracias a mi Dios tengo a mis hijos. Hay unas madres que perdieron a todos sus hijos, a sus maridos. También hijos que perdieron a sus padres.

Para uno empezar a sanar toca dejar ir las cosas. Hay unas cosas que le pasan a uno para bien, otras para mal y otras para cambiar un poquito.

Durante mucho tiempo me culpé de lo que me pasó. Cuando quedé en embarazo (producto de la violación) no quería a mi hija. Hoy en día la adoro.

Hasta el último momento, cuando llegué al hospital, dije que no la quería. Pero cuando nació, y vi que era una niña, me quedé con ella.

Ella (su hija) dice que yo la sobreprotejo, pero de pronto lo hago por todo lo que pasé.

Para los victimarios pido justicia divina. Hoy en día (de ellos) solo digo que sea lo que Dios quiera. Cargar odios o resentimientos no me va a devolver nada".​