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La aterradora historia de Francia Helena: 38 años de infamias​

La primera vez que Francia Helena fue víctima de violencia sexual tenía 12 años. Era 1994 y para entonces vivía con su familia en el corregimiento de La Mina Santa Cruz, municipio de Barranco de Loba, en el departamento de Bolívar.

“Cuando tenía 12 años tuve un percance cuando iba para la escuela", explicó la mujer en una sentida entrevista con el Grupo de Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP,  en la sede en Bogotá de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales.

Todos los días, sin falta, Francia Helena salía de su casa para la escuela. Un día de ese 1994, de regreso del colegio, la pequeña se encontró con un grupo de hombres de la hoy pacificada guerrilla de las FARC.

Entre los guerrilleros “venía uno que se llamaba 'Óscar', y dijo: 'Esta niña se está poniendo muy bonita. Esta es para mí'. Intenté correr, pero me caí y me raspé las rodillas", relató Francia Helena, hoy de 38 años.

“Ven que te voy a lavar las rodillas allí, en el cañito que está ahí", le dijo Óscar, con tono malicioso.

Francia Helena recuerda que se asustó mucho. También recuerda que Óscar estaba ese día con por lo menos una docena de guerrilleros. “¿Yo qué podía hacer?", se preguntó. “Así que me tocó acceder a que me 'lavara' las rodillas".

En cuestión de segundos, por la cabeza de la inocente Francia Helena pasaron muchas cosas. Incluso alcanzó a pensar que a Óscar “no se le iba a ocurrir algo tan desastroso como lo que me hizo".

En el caño había una piedra plana que se asemejaba a una cama. Francia Helena se lavó de afán sus rodillas. De pronto, escuchó de nuevo la voz de Óscar dirigiéndose a sus hombres: “Váyanse por el camino y vean que no venga nadie".

Entonces la chiquilla se quedó sola con Óscar. “Abusó de mí. Me puso una pistola en la cabeza. El me hizo de todo ese día. Yo era solo una niña. Ese día quedé marcada", aseguró Francia Helena, quien durante un tiempo más siguió siendo víctima de las maldades del hombre armado.

“Cada que quería me encontraba y siempre abusaba de mí, porque era el que mandaba. Según él, no podía decir nada. Me tenía amenazada con mi familia. Yo no me atreví a decir nada en la casa", agregó Francia Helena, una mujer de baja estatura, morena, de rasgos finos y de mirada triste.

La primera vez que fue abusada, Francia Helena llegó a su casa indispuesta. Tenía fiebre y también tuvo escalofríos. Así duró una semana. Pero el dolor en el cuerpo era lo de menos. Ella en realidad tenía destrozada el alma.

En su casa creían que estaba enfermosa por la caída, por las raspaduras en sus rodillas. “Yo no podía decir mucho en mi casa porque mi familia tenía la finca, preciso, antes de donde estaba el campamento de ellos".

Óscar abusó tanto de Francia Helena que le hizo perder la paciencia. Y también el miedo. Entonces decidió contarle a su tío lo que le estaba sucediendo.

El tío Jorge Eliécer, a quien Francia Helena siempre ha considerado su padre porque la acogió en su finca cuando ella tenía menos de dos meses de nacida, entró en cólera y se dispuso a intentar hacer respetar el honor de la familia.

Don Jorge Eliécer y algunos de sus hermanos se vinieron para el caserío a ponerle cuidado al tal Óscar. Se tomaron unos tragos mientras aparecía. Cuando el guerrillero apareció, se armó una pelea con machetes.

“Mi tío intentó cobrar venganza. El guerrillero intentó montárselas a mis tíos porque él era quien mandaba. A raíz de eso nos tocó salir (de la finca) y se terminaron perdiendo las tierras", añadió Francia Helena, quien indicó además que ella y su parentela partieron para el municipio cesarense de Agustín Codazzi, “a empezar una nueva vida, de ceros".

Allí, Francia Helena consiguió marido. Tenía apenas 14 años. Su vida, infortunadamente, no cambió para bien. El hombre le pegaba a diario. Le pegaba por celos. Le pegaba por todo.

Fueron tantas las golpizas, que Francia Helena no aguantó más y se separó de su esposo, pese a que tenían dos hijas. Su familia, mientras tanto, se dedicó a aserrar madera, a poner cercas, en fin, a las labores propias del campo.

Con el tiempo, Francia Helena quiso reorganizar su vida y se fue a vivir con otro hombre. Mientras criaba a sus niñas, vendía revistas y también ropa y cosméticos. Hasta que llegó 2003, cuando de nuevo fue agredida sexualmente, pero en esa ocasión por paramilitares.

“Estos hombres llegaron a la casa, en el pueblo, y cogieron a mi marido y le pegaron. Lo arrodillaron. Le pusieron una pistola. Lo humillaron. Le partieron la cabeza y él sangraba", narró Francia Helena, con la voz entrecortada.

Según su relato, tres de los paramilitares “me llevaron hacia el cuarto. Todo lo hicieron en presencia de mi marido. El lloraba junto conmigo. Uno de esos tipos estaba enamorado de mí y yo lo había rechazado muchas veces. Se llamaba 'JJ'. Para esa época yo era muy delgadita y bonita".

En su desgarradora narración, Francia Helena contó que “en el cuarto me hicieron de todo. Mi esposo, arrodillado, decía: 'No le hagan eso a ella, mátenme mejor a mí'. (..) Cuando (los paramilitares violadores) se fueron, se fueron riendo".

Terminada su segunda pesadilla, Francia Helena no tenía claro cuál de las dos violaciones había sido más azarosa, si la de los guerrilleros o la de los paramilitares. “Hasta para tener a mis hijos, a mí me daba pena que me vieran desnuda. Entonces ya se podrá imaginar la vergüenza que sentía con lo que me hicieron".

Aunque su esposo le dijo mil veces que no podían denunciar lo sucedido con los paramilitares, Francia Helena se armó de valor y se fue para la personería del pueblo a contar lo que le había ocurrido.

“Pero no pasó nada", enfatizó.

Después de los sucesos trágicos en Agustín Codazzi, Francia Helena se vino huyendo para Bogotá. Pero la capital le quedó grande. Nunca supo cómo movilizarse en una ciudad que para ese entonces tenía cerca de siete millones de habitantes. “Yo lloraba mucho. No dormía. Eran pensamientos muy duros. Me separé de mi marido. Lo que me pasó (con los paramilitares) puso una barrera entre los dos".

Desesperada en la capital colombiana, Francia Helena optó por regresar a trabajar a Agustín Codazzi, donde la tragedia la esperaba de nuevo.

En un día de junio de 2005, Francia Helena iba en un carro con vecinos del sector. Varios guerrilleros dieron la orden de que el auto se detuviera. Cuando paró, los hombres se dirigieron directamente a Francia Helena. Un amigo intentó interceder por ella, pero lo callaron con una convincente amenaza: “Es que usted también se quiere morir".

Los guerrilleros le exigieron a Francia Helena que se bajara del carro. Ella quiso resistirse, pero los ilegales le advirtieron: “O se baja, o la bajamos".

“¿Para dónde me llevan?", preguntó Francia Helena. Los guerrilleros no le respondieron y, en cambio, le dieron la orden al conductor del carro que siguiera su camino con los demás pasajeros.

“Mientras caminaba (con los guerrilleros), yo sabía que me iba a morir ahí. Porque cuando la guerrilla hacía eso, era para llevar a la persona al campamento a hacerle consejo de guerra o para hacerle algo", sostuvo.

“Yo veía la muerte. Me sentía sola, sin nadie que pudiera ayudarme. Entonces empecé a rezar el Salmo 91, que me lo sé desde pequeña. Yo trataba de no demostrar nervios, porque sabía que, si les demostraba nervios, era porque debía algo", comentó.

Fueron minutos de un eterno silencio, que se rompió cuando uno de los ilegales le dijo: “Paraca hp". Asustada, Francia Helena solo atinó a responder que ella no tenía nada que ver con los delincuentes de extrema derecha.

Los guerrilleros acusaron a Francia Helena de ser informante de los paramilitares. Es más, le dijeron que, si no le había pasado nada, era porque tenía trato con ellos. De ahí en adelante empezaron los maltratos y los empujones para Francia Helena, que en ese momento tenía poco más de cuatro meses de embarazo.

“A esta hay que hacerle de todo antes de matarla, para que cojan escarmiento las demás", vociferó uno de los maleantes.

Según Francia Helena, “me violaron (…) A mí me hicieron de todo. Me golpearon. Yo me desmayé en varias ocasiones. Yo quedé ahí prácticamente como muerta. A causa de eso, yo perdí mi bebé".

Hoy, Francia Helena es una mujer triste. Dice que “mi vida sexual no es la misma. Mi vida psicológica no es la misma".

Ha intentado suicidarse en varias oportunidades. Ha estado internada en la clínica Nuestra Señora de la Paz, en Bogotá. Debe tomar calmantes todos los días. Es hipertensa. Cada mes acude al psiquiatra. Sus cuatro hijas son su único aliciente para seguir viviendo.

Aunque aún no ha acudido a la Jurisdicción Especial para la Paz, Francia Helena dice que sí está de acuerdo con el proceso de paz (firmado en noviembre de 2016 entre el gobierno y las otrora FARC), “pero más que todo para que ellos acepten lo que realmente ocurrió en sus filas".  ​