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“Yo quiero perdonar, pero todavía tengo dolor", dice hombre víctima de violencia sexual.​

​Joel llegó a Paipa, Boyacá, preocupado porque creía que su tragedia solo le había sucedido a él. Por eso tenía temor de que le tocara el turno en el conversatorio. Se trataba de un encuentro con hombres que fueron víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado colombiano.

En Paipa “veo que no soy solamente yo el que sufrió (actos de violencia sexual por parte de grupos armados ilegales), sino que había como 30 hombres más que tenían la misma situación que me había pasado a mí", indicó Joel, hoy en día de 22 años, natural del municipio de Pailitas, Cesar, pero criado casi desde que nació en Cúcuta, la capital de Norte de Santander.

En el evento del mencionado municipio boyacense, que fue organizado por la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz meses atrás, Joel se dijo a sí mismo: “Aquí hay que hablar". Y empezó a hablar sin que nadie lo interrumpiera por primera vez en muchos años.

Relató que, en 2004, cuando tenía siete años, un hombre cercano a su casa le pidió que lo acompañara a hacer una vuelta.

Para ese momento, en el popular barrio Atalaya de Cúcuta, Joel estaba bajo la protección de su abuela toda vez que su madre había viajado a territorio venezolano en busca de trabajo.

El hombre se fue con el niño hacía el sector de la frontera con Venezuela. Llegaron a un sitio conocido como La Parada. Allí había entre tres y cuatro paramilitares en el interior de un vehículo. Los ilegales les ordenaron a Joel y al sujeto que lo acompañaba que se subieran al carro.

Al rato llegaron a una especie de bodega, que más parecía un galpón. Joel se quedó solo. Su acompañante se había ido con la disculpa de que iba a hacer un mandado.

“Yo me quedé afuera del carro esperándolo. (Al rato), tres de los que estaban ahí abusaron de mí. La primera vez fueron dos, mientras otro miraba" lo que hacían con el chico los dos violadores, explicó Joel, quien tiene cuatro hermanos y es bachiller de un colegio del sur de Bogotá.

De acuerdo con su narración, después de que fue violentado sexualmente por los paramilitares, “yo salí llorando y le dije (al tipo que lo llevó hasta allá) lo que me había pasado".

Sin embargo, “él me dijo que no podía decir nada, que si decía algo me mataban, que también matarían a mi abuela, que iban a coger a mis hermanas y también las iban a violar".

La historia de ese aciago día se repetiría para Joel durante por lo menos tres meses más. “Como a los cinco o seis días, (el individuo 'amigo' de su familia) me obligó a ir otra vez donde los (violadores) y me volvió a pasar lo mismo. Esa vez me violaron entre tres".

Constantemente el cómplice de los abusadores le decía: “Que vaya (donde los paramilitares) porque lo necesitan. Vaya, porque si no vienen por usted y los matan a todos".

Joel nunca volvió a saber nada de los delincuentes de extrema derecha que cambiaron su vida para siempre.

El hombre que lo llevó hasta donde los abusadores, el supuesto amigo de su casa, fue asesinado años después, al parecer por los nexos que tenía con el paramilitarismo.

En 2015, la pesadilla de 11 años atrás volvería a atravesarse en el camino de Joel. Esta vez un guerrillero del Ejército de Liberación Nacional, Eln, sería el victimario.

“Yo trabajaba con unos amigos llevando mercancía para Tibú. Llegando a Tibú hay una vereda. No recuerdo el nombre. (En cierta oportunidad) había un retén del Eln. Nos hicieron bajar del carro en que íbamos. Eran como las cinco y media de la tarde. Era viernes. Nos hicieron quedar ahí tres días", evocó Joel durante una reciente entrevista con la oficina de prensa de la Unidad de Investigación y Acusación.

“Esa misma noche uno de los guerrilleros entró al sitio donde nos tenían a nosotros. Tenía un fusil. Me sacaron de donde yo estaba con tres personas más. Me sacó a mí y a otro de los muchachos. El guerrillero abusó de mí", detalló Joel, padre de una niña de dos años y quien actualmente vive en el municipio cundinamarqués de Soacha.

El guerrillero, según Joel, “me dijo que tenía que hacer lo que él dijera, si no quería morirme, si no quería que me desapareciera. Si bien yo tenía 15 años, qué podía hacer si el tipo me amenazaba con un arma".

Después de haber sido violentado sexualmente, Joel se reunió con su amigo, que le confesó que también había sido violado. Se pusieron a hablar y terminaron llorando. Al domingo siguiente los dejaron ir. En realidad, aparte del abuso sexual, los entonces adolescentes también fueron víctimas del delito de secuestro.

El 22 diciembre de 2015 Joel llegó a Soacha a la casa de una de sus hermanas. Luego de terminar el bachillerato se dedicó al activismo social. Se enroló en un colectivo que organizaba actividades culturales.

Por esos mismos días, Joel conoció a una integrante de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, una organización sin ánimo de lucro que cuenta con más de 660 mujeres que fueron víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado.

Joel se volvió amigo de la coordinadora de la Red y con el paso de los días le reveló su secreto: que había sido violentado sexualmente en dos oportunidades. Se quitó un peso de encima. Tanto que descartó un nuevo intentó de suicidio (no hace mucho se tomó todo el contenido de un frasco con pastillas. No le pasó nada).

Con el tiempo, Joel le contó a su madre lo que le había ocurrido. Le pidió que, en todo caso, no lo fuera a juzgar “porque fue una cosa que yo no quise". Ella, según Joel, se sintió culpable por no haberlo cuidado más. “Ese tema ya quedó saldado con mi mamá", dijo.

Si bien hoy Joel quiere perdonar a los que le hicieron daño, es consciente de que eso le llevará tiempo.

“Es un proceso bastante complejo, porque perdonar quiere decir que yo tengo que empezar a recordar esas cosas (del pasado) sin dolor, sin resentimiento", agregó. “Yo quiero perdonar, pero todavía tengo dolor. Yo no tengo porque cargar con lo que no hice", añadió.

Si los planes que tiene en mente le salen a Joel, en unos meses él y otros hombres que pasaron por su misma situación darán un paso definitivo en su lucha por tratar de vencer los fantasmas que los acechan: fundarán una organización de hombres que fueron víctimas de violencia sexual con ocasión del conflicto armado.

Después del taller en Paipa –observó Joel–, “entendimos que esto no se trata de uno sentarse a conversar y a contar su historia. Entendimos que nuestros casos hay que visibilizarlos. Entendimos que, si no hablamos, es mejor echarnos para atrás y quedarnos callados para siempre".