​Éxito total en taller de cierre de fin de año con víctimas de todo el país​

A pesar de que casi nunca la violencia le ha permitido tener un momento de sosiego, Farid Antonio Julicué es un optimista irremediable y por eso cree que en Colombia algún día habrá paz para todos.

Yo tengo la esperanza de que algún día la situación del país tiene que mejorar para que podamos vivir en paz", sostuvo Julicué el martes durante un encuentro con víctimas del conflicto armado colombiano.

En efecto, la 'Jornada de Cierre de Año con Grupos Focales de Víctimas' se desarrolló en un hotel del occidente de Bogotá con 74 víctimas con identidades y condiciones diversas, esto es, de violencia sexual, de reclutamiento y uso ilícito, de ejecuciones extrajudiciales, de desapariciones forzadas, de homicidios en persona protegida y de desplazamiento.

Julicué, líder social y padre de cinco hijos, nació hace 62 años en Caldono, Cauca, un municipio que, según sus palabras, es “el más atacado del mundo".

De acuerdo con su relato al Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP, las hoy pacificadas FARC atacaron la cabecera y la zona rural de Caldono en más de 200 oportunidades.

Entonces en Caldono hubo mucha población desplazada de la que Julicué hizo parte. Eso le ocurrió en 2011 cuando en medio de amenazas tuvo que irse a vivir a Popayán, la capital del Cauca.

Pero eso (de ser desplazado) no es vida. Es muy triste uno vivir de arrimado, como huyendo. Yo veía a cualquier persona mal vestida y pensaba que me iba a robar. Entonces me devolví para la casa y dije: 'Si me voy a morir, me muero en mi pueblo", agregó Julicué, siempre sonriente.

Sobre el proceso de paz sellado hace seis años entre el gobierno nacional y las otrora FARC, el activista opinó que “yo pienso que es muy bueno", entre otras cosas, porque “es preferible un proceso imperfecto a una guerra eterna, como la que estábamos viviendo".

Es más, añadió, “en la guerra nadie gana. La guerra no escoge. El agua que baja por la llave es del mismo color para liberales y para conservadores".

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En cambio, la visión de país y de la vida de Miriam Lagos es muy distinta a la de Julicué.

Ella tiene 50 años y nació en el municipio de Sandoná, Nariño. Tuvo tres hijos.

No hay un día, desde hace más de 17 años, que Lagos deje de llorar. Y razón no le falta.

Aparte de que fue violentada sexualmente en dos oportunidades –en la primera tenía seis años–, Salas es víctima de la desaparición de su hija Diana Cristina Romo y del asesinato de uno de sus hermanos.

Mi hija fue reclutada por el frente 29 de las FARC el 18 de octubre de 2005", explicó Salas durante la jornada con víctimas de martes y miércoles.

Se la llevaron de 16 años" los milicianos de alias “Camisa Loca", relató Salas, en medio del llanto. “Me la uniformaron y me entregaron la ropa. Lo único que me dijeron (los guerrilleros) fue que me sintiera orgullosa".

Desde entonces la búsqueda de Diana Cristina no ha parado. Varias veces Salas la vio de lejos en medio de un montón de guerrilleros. Estaba uniformada. La confundida muchacha, también desde lejos, le envió a su madre mensajes con sus manos que equivalían a “la llevo en el corazón".

También en una carta le dijo que era la mejor mamá del mundo y le pidió perdón por el dolor que le estaba causando.

Eso duró unos cuatro años. Salas jamás volvió a saber de su hija. Es más, cree que Diana Cristina “ya no está en este mundo". Varios sueños –según dijo– así se lo han dado a entender.

Con la desaparición de Diana Cristina “se llevaron parte de mi vida. Yo quedé destruida. Tuve dos intentos de suicidio", apuntó Salas, quien casi siempre anda con camisetas en las que mandó estampar dos fotografías: la de su hija y la de su hermano asesinado por paramilitares.

En 2006, en Los Andes, Nariño, “los paramilitares se llevaron a mi hermano Óscar. Tenía 23 añitos. Él fue torturado, desmembrado y está en unas fosas en Cumbitara, Nariño", contó Salas, quien observó además que vive sola porque después de que fue violada por segunda vez prácticamente no le interesa compartir con nadie su vida sentimental.

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El evento con víctimas fue instalado por el director de la Unidad de Investigación y Acusación Giovanni Álvarez Santoyo quien aseguró que uno de los aspectos más destacables de la historia reciente del país es que, a “costos altísimos, aprendimos que Colombia no es un país uniforme" y que por eso debemos respetarnos.

Una de las cosas que hemos aprendido es a conocernos (y) a entender en qué país vivimos", indicó el funcionario. “También hemos aprendido que no todos pensamos igual y que no todos entendemos el mundo igual".

Pero, lo más importante, recalcó Álvarez Santoyo, “es que aprendimos a entender que todos somos colombianos".

Entonces, a renglón seguido, el fiscal jefe de la JEP se dirigió a las mujeres presentes en el taller y les insistió en que “ustedes no pueden seguir pariendo hijos para el conflicto. Tenemos que cambiar el país y para cambiar el país tenemos que cambiar todos".

Es más, Álvarez Santoyo dijo no tener duda de que “cuando se empodera a las mujeres, se empodera a toda la sociedad".

Finalmente, Pilar Rueda, asesora del Director de la Unidad de Investigación y Acusación en temas de Género, comentó que “a pesar de aquí estamos (…) en medio de temas dolorosos, que siguen causando daño, hay una actitud muy positiva" por parte de las víctimas respecto de las expectativas y el aprendizaje.

Para Rueda, en los talleres como los de la jornada hay algo muy destacable para las víctimas, “aunque sigue siendo muy difícil y doloroso, y es hablar de lo que nos pasó (…) Es importante llorar y sacar" todos esos fantasmas ocasionados por la violencia.​