​“Sí estoy de acuerdo con el proceso de paz", dice excombatiente que vivió en carne propia los horrores de la guerra

Después de haber sido abusada sexualmente durante varios años por el esposo de una de sus tías, Suli regresó de Ibagué al municipio caqueteño de Cartagena del Chairá llena de recuerdos tristes y sin saber qué hacer.

“Entonces ahí cogí otro camino: me fui para la guerrilla", contó recientemente Suli a la oficina de prensa de la Unidad de Investigación de Acusación de la JEP durante un evento con mujeres víctimas de violencia sexual celebrado en un hotel de Bogotá.

La historia de Suli empezó hace 39 años en Coyaima, Tolima. Fue la penúltima de 10 hermanos (uno de ellos está desaparecido). Cuando aún era una bebé, su familia se trasladó a la vereda La Orquídea de Cartagena del Chairá.

Fueron tiempos relativamente normales para Suli. A los siete años, uno de sus tíos –hermano de su papá– se la trajo a “estudiar" al Tolima con el argumento de que en La Orquídea la escuela más cercana quedaba a más de dos horas de camino.

En realidad, estudio nunca hubo para Suli en Tolima y sí, en cambio, unas golpizas constantes por parte del hermano de su padre.

Desesperada, Suli optó por volarse de esa casa donde solo recibía malos tratos y buscó a una hermana de su madre. Terminó entonces con su tía materna en Ibagué.

“Ella (su tía) me dejaba solita cuidándole la casa", indicó Suli en el certamen que fue promovido por la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, una organización que hoy en día reúne a más 700 mujeres de todo el país que fueron víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado.

“Yo estaba joven. Tenía unos 12 años. Yo no tenía conocimiento de la vida. En una oportunidad el marido de mi tía llegó y me violó", recordó Suli, con los ojos encharcados.

De acuerdo con Suli, prácticamente nunca denunció lo que le estaba sucediendo con su agresor porque “él decía que si comentaba me desaparecía. Eso pasó varias veces. Yo no tenía para dónde irme. Yo intenté decirle a mi tía, pero ella nunca me puso cuidado".

Es más, a Suli le han contado que el mismo individuo, llamado Luis, abusó sexualmente de sus nietas. Tanto Luis como su esposa –la tía de Suli– ya fallecieron. El murió no hace mucho durante el confinamiento por la pandemia del COVID-19.

–“Uy, don Luis está muy enfermo", le comentó a Suli un familiar suyo.

–“Pues mejor que se muera", contestó ella, con rabia.

–“¿Usted por qué le tiene tanto odio a don Luis?", le preguntó su interlocutor.

Suli calló, pero de inmediato recordó que por culpa del tal Luis había dejado sus estudios en la capital del Tolima y, según sus palabras, regresado a Cartagena del Chairá llena de vergüenzas y amarguras.

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Cuando estaba próxima a cumplir los 15 años, Suli tomó las armas en el frente 15 de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o FARC.

“Ese día lo recuerdo perfectamente. Era un domingo Día de la Madre", agregó Suli, en medio del llanto.

“En ese tiempo recién me había pasado el caso (de violación). Yo me desesperé. Yo no sabía qué hacer. En ese tiempo prácticamente me defendía sola. Una muchacha me convenció de que me fuera con ella (para la guerrilla). Entonces me fui con ella", añadió.

A los 22 años, Suli quedó en embarazo de una relación consentida con su pareja. Los dos les imploraron a sus jefes de las FARC (Wilmer Medina y alias “el Jecho") que les dejaran tener a su hijo.

“Pero –advirtió– nunca me lo dejaron tener. A mí me lo sacaron a las malas. Yo tenía ocho meses de embarazo (…) Nunca me lo dejaron ver, pero me dijeron que era una niña".

Esos hechos criminales, de acuerdo con el relato de Suli, ocurrieron en una vereda de la inspección de La Unión Peneya, municipio de La Montañita, en Caquetá. “Eso me cambió la vida. Fue más difícil que la violación", dijo.

A partir del aborto forzado, la vida de Suli no volvió a ser la misma. Vivía triste y enferma, sobre todo de una rodilla. A veces quedaba paralizada. Entonces fue trasladada a otro frente de las FARC, el 14, que operaba cerca de San Vicente del Caguán, también en Caquetá.

Muchas veces les rogó a sus superiores que la dejaran ir, que estaba enferma, que ella ya no era la misma chica que había empuñado un fusil 15 años atrás. Le dijeron que no. En consecuencia, decidió fugarse. Lo hizo un día cualquiera a las de la noche.

Duró más de un día perdida en el monte. Finalmente, Suli llegó a la casa de una amiga en el municipio caqueteño de El Doncello.

Desde entonces, Suli quiere dejar atrás muchos de los fantasmas que aún la acechan. Le reconforta el hecho de que durante los años que estuvo en la guerra jamás participó ni en secuestros ni en masacres.

Por el contrario, enfatizó, siempre trató de tener una buena relación con la población civil. “Les dictaba charlas a las comunidades. Muchas veces solucioné problemas de hogares. Quedé muy agradecida con la gente. Si alguna vez vuelvo a ver a esas personas les voy a dar las gracias porque muchas veces nos calmaron el hambre y la sed", observó Suli.

Desde que llegó a Bogotá, hace unos 10 años, Suli no se la quitado a ningún trabajo. Ha sido empleada en casas de familia, pero nunca les ha contado a sus empleadores que estuvo en la guerrilla ni que fue violada.

En realidad, no hace mucho que dejó el miedo atrás. Entonces ha empezado a contar su historia, como en esta oportunidad con la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP.

Y una última cosa, al decir de Suli, “sí estoy de acuerdo con el proceso de paz" que en noviembre de 2016 firmaron el gobierno nacional y las FARC tras más de cinco décadas de hostilidades entre las partes.

“Ahora solo vivo para Shara, mi hija de seis años", concluyó Suli con una sonrisa de satisfacción y optimismo.​