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​​La historia en primera persona de una niña valiente

Su historia conmocionó al público que estaba presente en el auditorio.

En un país donde la mayoría de gente cree que ya lo ha oído todo, no dejan de sorprender los testimonios contados con una naturalidad tal que el espectador termina con los ojos encharcados y un nudo en la garganta.

La historia de Sindy Yurani Franco empezó hace 34 años en el oriente antioqueño. Sin duda una de las regiones del país más golpeadas por la violencia en Colombia. Allí se enfrentaron a muerte guerrilleros y paramilitares por el control de la zona.

Con menos de 13 años, la guerrilla reclutó con engaños a Sindy Yurani. La separó de su familia.

“Nos robaron el tiempo del juego, el tiempo del amor. Nos robaron las esperanzas", aseguró el viernes Sindy Yurani durante un evento organizado en Bogotá por la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Poco tiempo después de haber sido reclutada, Sindy Yurani fue violentada sexualmente por un jefe guerrillero. Según ella, para los otrora ilegales ella y otras niñitas eran la diversión durante la guerra. 

Sufrió mucho. Se sintió humillada. Casi que culpable por lo que había sucedido.

Pero estaba equivocada en dos cosas: ni era culpable y aquella noche de miedo se repetiría muchas veces durante su estancia en las filas guerrilleras.

Y también en las filas paramilitares porque, con el tiempo, Sindy Yurani fue “canjeada" por los guerrilleros y entregada a los armados de extrema derecha. Allí duró un tiempo de horror. Al final, según su relato, la regresaron de nuevo a la guerrilla, hasta su deserción.

Jamás Sindy Yurani se acostumbró a esa vida que no escogió.

Sin embargo, no se podía dejar morir. Entonces empezó a tratar de hacer menos difícil su vida en esos grupos armados.

Los entonces rebeldes (y seguramente los paramilitares, aspecto que ella no especificó durante su relato) empezaron a utilizarla a ella y a otras chicas de su edad para hacer vueltas.

Es decir, para traer comida o medicinas. “Diga que va para tal parte o en busca de tal persona", le decían, a manera de consejo, sus “superiores".

Sindy Yurani recuerda con pavor lo que le ocurrió las veces que intentó resistirse a las depravaciones sexuales de sus reclutadores.

“Me rehusaba y me jalaban como un trapo. Entonces lo dejaban a uno sin poder caminar. Sin poderse levantar por las heridas", explicó.  “Siempre los seguiré llamando animales", enfatizó.

Una noche, el ultraje sexual fue tal “que me sentía como podrida". Sus agresores, incluso, “me dijeron que olía maluco y me tiraron al río". Sindy Yurani dejó que el agua se la llevara, pero no se dejó ahogar cuando notó que el agua la estaba limpiando. Por primera vez en mucho tiempo se sintió limpia. Y un poco libre y sana.

Después de años de sufrimiento, Sindy Yurani logró escapar de sus reclutadores.  Le ayudó el hombre que la custodiaba en momentos en que estaba gravemente herido. Le dijo que cuando no sonara una bala más saliera corriendo. Y lo hizo. Corrió y corrió desesperada. Con rumbo desconocido. Sin parar.​

Regresó a casa. A la casa de sus padres. Sindy Yurani tenía un temor enorme: cómo volver a casa y qué le iría a decir su madre. “Si me iba a volver a querer. Si me iba a volver a abrazar. Si mis hermanos iban a querer jugar de nuevo conmigo".

Cierta vez, cuando ya era madre, le contó a su mamá todo lo que le había sucedido. “Le conté la vida, el daño y el horror". Después de escuchar el testimonio de su hija, la madre solo atinó a decir: “El tiempo curará y sanará".

Su padre, en tanto, murió tiempo después. Pero Sindy Yurani no olvida lo que él viejo le decía: “Serás fuerte como un roble".

Hoy, Sindy Yurani tiene dos hijos que son su vida. Vive en alguna parte del departamento de Caldas. Le tiene miedo al sonido de las balas. Incluso al ruido que hace la pólvora.

“Pero es un miedo que me hace fuerte porque me considero una niña valiente", sentenció.

Durante el evento en el que habló Sindy Yurani, estuvo como invitada especial la antropóloga Carolyn Nordstrom, de la Universidad de Colorado.

Nordstrom centró su intervención en los delitos sexuales contra las niñas y las jóvenes. Con vehemencia dijo que odiaba el término “prostitución infantil" porque, en realidad, eso es “tráfico y esclavitud sexual".

Los delitos sexuales contra niños y adolescentes, observó, mueven en el mundo billones de dólares que terminan lavados en bancos.

En el certamen de la jornada también intervino el director de la UIA, Giovanni Álvarez Santoyo, quien indicó con vigor: “¡Qué cese la horrible noche de la violencia sexual contra las mujeres!"