“El Batallón (La Popa) estaba muy corrompido, trabajaba con los autodefensas", dice exmilitar en el juicio contra el coronel Mejía Gutiérrez
Cuatro paramilitares desmovilizados de la Costa Caribe del país ratificaron en las últimas horas lo que parece ser una constante en el juicio oral que la JEP adelanta en contra del coronel en retiro del Ejército Publio Hernán Mejía Gutiérrez: que el exoficial en mención tuvo vínculos con las Autodefensas Unidas de Colombia y que con ellas cohonestó para perpetrar muchos crímenes.
Mejía Gutiérrez “sabe que no estoy echando mentiras", dijo en la audiencia el exparamilitar John Jairo Hernández Sánchez, alias “Daniel Centella", para mantenerse en su versión sobre las reuniones que, según él, el coronel habría sostenido con jefes paramilitares como Rodrigo Tovar Pupo, alias “Jorge 40", y David Hernández Rojas, alias “39".
En concreto, “Daniel Centella" reveló que Mejía Gutiérrez, en dos o tres oportunidades, se reunió con “39" y en una con “Jorge 40".
Uno de esos encuentros ilegales con “39" se habría producido en el corregimiento La Mesa de Valledupar, la capital del Cesar.
Alias “39' recibió amigablemente al coronel Mejía. Él iba en una camioneta vino tinto cuatro puertas", detalló Centella.
Según la versión del testigo, Mejía era conocido entre los paramilitares del Cesar como “Bombillo Rojo".
Entre el martes y el jueves, la Jurisdicción Especial para la Paz realizó —en su sede del norte de Bogotá— la cuarta sesión del juicio oral que se sigue en contra de Mejía Gutiérrez, quien fue comandante del Batallón La Popa de Valledupar hace más de 20 años.
Mejía Gutiérrez fue acusado en julio del año pasado por la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP como presunto responsable de los delitos de homicidio en persona protegida, tortura y desaparición forzada.
A Mejía Gutiérrez se le responsabiliza de haber ideado y conducido un ilegal Aparato Organizado de Poder que, entre diciembre de 2001 y noviembre de 2003, segó las vidas de 72 personas que mentirosamente fueron presentadas a las autoridades y a la opinión pública como delincuentes muertos en combate.
Durante su intervención, “Daniel Centella" no dudó en afirmar que conoció a Hugo (o el suboficial del Ejército Manuel Valentín Padilla) como “el de inteligencia de La Popa", o el enlace entre el mencionado batallón y los paramilitares.
El propio Padilla o “Hugo" dijo hace unas semanas —como testigo en el mismo juicio— que en el Batallón La Popa solo recibía órdenes del coronel Mejía Gutiérrez.
Padilla reveló hace dos meses que, en varias oportunidades, los paramilitares del Cesar lo buscaron para que le informara a Mejía Gutiérrez que le iban a dar positivos, es decir, que le iban a entregar cadáveres de personas asesinadas por ellos para que el batallón las hiciera como bajas en combate.
El miércoles pasado, la Unidad de Investigación y Acusación también presentó al testigo Leonardo Enrique Sánchez Barbosa, alias “el Paisa" u “80", exintegrante del frente Mártires del Cesar del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia.
“El Paisa" reveló varios hechos criminales en los que participó. En uno de ellos, dijo, resultó muerto el ciudadano Jesús Emilio Márquez.
Según “el Paisa", los paramilitares robaron una mula cargada de whisky y Márquez, airado, fue a reclamarles por el hecho y a exigirles la devolución del licor. Alias “39" dio la orden de retenerlo y luego de asesinarlo.
Eso “fue a fines de 2002. Yo mismo lo ejecuté con mi fusil de dotación. Ese señor después apareció como baja del Ejército", precisó.
En otro crimen confesado por “el Paisa", las víctimas fueron cuatro jóvenes que habían sido denunciados ante la organización paramilitar por indisciplina, esto es, por ejemplo, por presunto consumo de estupefacientes.
Los cuatro muchachos fueron retenidos y luego llevados a un inexistente operativo como miembros de las autodefensas.
En el punto La Y de Patillal, recordó el testigo, “los muchachos se bajaron y apenas se bajaron los mataron. Llamé a Hugo (o Manuel Valentín Padilla) y le dije: 'Ahí están los muchachos ejecutados'. Como a los 10 minutos se sintieron ráfagas (para simular un combate) y el Ejército los presentó (a los cuatro hombres) como bajas en combate".
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En la cuarta sesión del juicio contra Mejía Gutiérrez, la Unidad de Investigación y Acusación presentó igualmente como testigos a varios exmilitares.
Uno de ellos, el suboficial (r) José de Jesús Rueda Quintero, quien entre 2002 y 2004 laboró en el Batallón La Popa, recordó la primera ejecución extrajudicial en la que participó en esa unidad militar de Valledupar. Todo ocurrió en el caserío La Bodega, cerca de San Diego y Codazzi, en el Cesar.
“Fue el primer 'falso positivo' en mi vida de militar", advirtió.
La víctima fue un hermano de alias “Fabián", un guerrillero del ELN. Al final de un fuego cruzado con un grupo armado, el hombre apareció muerto. Pero, según Rueda, la víctima no perdió la vida como consecuencia del choque armado. “Ni siquiera estaba cerca del sitio de los hechos", enfatizó.
Otro hecho narrado por el testigo Rueda dio cuenta del asesinato del ciudadano Evelio Vaca. Los hechos sucedieron en la finca La 20.
De acuerdo con Rueda, después de un combate con la guerrilla, apareció el entonces capitán Guillermo Gutiérrez Riveros, quien le dijo: “Me tocó traerle las bajas porque usted no pudo".
La baja a que se refería Gutiérrez era Evelio Vaca, un hombre al que el oficial ya traía muerto en una camioneta. Al final, Rueda fue obligado a redactar el informe oficial con la versión de que sus hombres lo habían abatido.
Rueda reconoció en su testimonio que, después de varios hechos criminales en los que participó, “yo ya estaba contaminado". Es más, recalcó que “el Batallón (La Popa) estaba muy corrompido, trabajaba con las autodefensas".
Prueba de ello es que un paramilitar apodado “JJ" le entregó al civil Wilfrido Santrich Quiroz con el señalamiento de que era un reconocido guerrillero.
Santrich Quiroz fue asesinado luego por los hombres de Rueda. Pero, reconoció el testigo, “yo sabía que no era guerrillero. Era muy mayor y tenía hasta bigote".
Rueda Quintero denunció que el coronel Mejía Gutiérrez le entregó 300 mil pesos y lo felicitó días después del “falso positivo" en el que resultó asesinado Wilfrido Santrich Quiroz.
Según Rueda, fue la primera vez en su carrera militar que recibió dinero como premio por una acción ilegal.
Otro exmilitar, el suboficial Maick Fernando PacanchiquePlata, hizo referencia a un hecho criminal que perpetró en mayo de 2003 en el sector de Los Brasiles, Cesar.
Al decir de Pacanchique, tres cazadores de conejos fueron detenidos por miembros del Batallón La Popa. En la noche del día 24 del mencionado mes se montó un simulacro de combate para asesinar a los tres hombres.
Apenas sonó la ametralladora, que era la señal para iniciar el inexistente enfrentamiento, las víctimas “salieron a correr y yo di la orden de que les dispararan", dijo Pacanchique.
¿Por qué lo hizo?, le preguntó el fiscal Samuel Serrano a Pacanchique. Porque “para esa época —respondió— yo era un suboficial sin experiencia. Me dijeron que me daban un ascenso, que era beneficioso para mi hoja de vida". Además porque “mis soldados estaban motivados. En nuestras mentes estaban los permisos. Treinta días para un soldado en su casa era un premio".
El último de los testigos presentados por la Fiscalía de la JEP fue el mayor en retiro Mario Wilson Parra, quien, como integrante del Gaula Cesar, laboró en las instalaciones del Batallón La Popa.
Parra confesó que, a mediados de agosto de 2003, fueron asesinados por el Ejército —a sangre fría— los ciudadanos Juan Carlos Galvis y Tania Solano, quienes, según un guía del Ejército, eran guerrilleros.
Esa sindicación, sin embargo, no era cierta.
El entonces teniente Carlos Andrés Lora Cabrales le propuso a Parra asesinar a las personas en mención. “Yo acepté. Fue una mala decisión", reconoció Parra. A los cadáveres les pusieron armas. El coronel Mejía Gutiérrez siempre estuvo al tanto del operativo.
Visiblemente abatida, doña Neftalina Rosa Romero salió de la sala de audiencias confundida por lo que dijeron los testigos del caso Mejía Gutiérrez.
Ella es la madre Nelson Enrique Romo Romero, uno de los tres cazadores de conejos que en mayo de 2003 fueron asesinados por orden del suboficial Maick Fernando Pacanchique.
Doña Neftalina asegura que su hijo fue torturado por los militares porque se negó a decir que era guerrillero.
“El único que perdona es Dios", sostuvo doña Neftalina, quien reconoció que los militares que asesinaron a su hijo le pidieron perdón de rodil
s.
“A mi hijo le prometí que no iba a volver a llorar", añadió la afligida madre, de 73 años, y quien concluyó con una petición de vital importancia para su familia: “Que así como ensuciaron a mi hijo, también me lo limpien. Que aclaren que mi hijo no era guerrillero".
El juicio contra Mejía Gutiérrez se reanudará el 3 de diciembre próximo.