Inicio de sesión

La historia de Sandra​

La vida de Sandra se divide en tres capítulos. O incluso en cuatro. Los tres primeros están relacionados con los hechos dolorosos de cuando fue violentada sexualmente. El cuarto, cuando regaló a su hijo.

“Yo regalé a mi hijo cuando me violaron. Entré en una depresión terrible", dijo el martes Sandra, de 40 años, a la oficina de prensa de la Unidad de Investigación y Acusación (UIA) de la JEP, durante un evento con víctimas del conflicto armado en la capital de Norte de Santander.

Blanca, de finas facciones y buena conversadora, Sandra contó que su primer agresor sexual fue un policía en Cúcuta. Tenía entonces 14 años. “Todavía tengo la incógnita de por qué lo hizo si era la primera vez que yo lo veía en la vida", comentó.

Pasados los 21 le ocurrió lo mismo. Y también cuando tenía 26. En las dos últimas dos oportunidades los paramilitares fueron sus violadores.

Pero de los tres incidentes trágicos, el que más recuerda Sandra fue el de sus 21 años. Dos hombres, apodados “John" y “Darío", abusaron de ella. Era el año 2000 y tenía un niño de escasos dos años.

Entonces Sandra se sumió en una tristeza absoluta. “Yo ya había pasado por un proceso similar, el del policía. Me cargué demasiado (de odio con lo que le hicieron John y Darío) y tomé decisiones equivocadas: terminé regalando a mi hijo", indicó.

Con los años, Sandra intentó rehacer su vida e inició una relación sentimental con un hombre joven. Quedó en embarazo.

Pero, según su relato, su cabeza empezó a llenarse de voces que le decían “aborte, aborte, mátela. Es una niña lo que va a tener. A esa niña la van a violar como a usted".

Con tres meses de embarazo, Sandra se dejó convencer por las voces que le hablaban y abortó. Tenía en ese momento 23 años.

Su hijo, al que regaló, vive en el municipio nortesantandereano de Los Patios. En alguna oportunidad Sandra lo buscó para decirle que era su madre. No fue un encuentro agradable. Hubo inconvenientes que no quiso detallar. Lo que sí reconoció de aquella reunión es que “había mucho odio hacia mí".

De acuerdo con Sandra, su hijo “no sabe lo que me pasó a mí (se refiere a la violación) y yo la verdad no quiero desgastarme contándole a él qué me pasó".

En realidad, Sandra poco o nada quiere saber hoy de los hombres que la violentaron. Sostuvo que “John" y “Darío" fueron asesinados poco después de las monstruosidades que cometieron con ella.

“Sentí dentro de mí que se hizo justicia", recalcó.

Actualmente, Sandra dice estar molesta consigo misma por no haber tenido más talento para resolver sus problemas. “Tengo odio con lo que hice (haber regalado a su hijo). Esa no era la manera. Claro que estaba demasiado afectada".

Las consecuencias por los actos de su pasado saltan a la vista. Constantemente Sandra visita a una psiquiatra. La especialista le ha recetado varios medicamentos para que las voces que regresaron a su cabeza la dejen en paz de una vez por todas.

“Las voces están nuevamente llegando. Me dicen que me mate. Que me largue. Que a mí nadie me quiere. Esas voces son muy constantes", agregó Sandra, quien en el momento tiene esposo, con una particularidad: no sabe nada del pasado de su mujer; desconoce el tema de las violaciones; cree que ella fue víctima de desplazamiento forzado.

Finalmente, la Jurisdicción Especial para la Paz ha sido un bálsamo para Sandra. Allí, en el interior del grupo de víctimas de la guerra de Norte de Santander, tiene un reconocido liderazgo. Las reuniones le sirven de terapia para no estar pensando a toda hora en las amarguras de antaño.

En la JEP “le hacen caer uno en cuenta de sus derechos. Le dicen a la víctima: declare, denuncie, se puede hacer justicia. Yo les aconsejo a las otras víctimas que lo hagan (es decir, denunciar) porque esa es una manera de tener una satisfacción, sobre todo cuando se hace justicia".

La víspera, también en Cúcuta y a propósito de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el director de la UIA, Giovanni Álvarez, aseguró que “hay que erradicar del mundo la violencia contra las mujeres" porque “en medio de su delicadeza, todas ellas tienen una fortaleza inmensa".