​​​“Con un muerto que nos ahorremos vale la pena la paz", dice víctima de violencia política en Caquetá

Lo que más le impresionó a Alba Calderón del asesinato de su padre, el 14 de febrero de 2009, fue la inesperada reacción de su hermana menor.

Para entonces Xiomara Calderón tenía escasos 15 años y una vida llena de sueños, mimos y cosas bellas.

Tal vez por eso ni Alba ni Xiomara Calderón tenían duda de que Jorge Hernando Calderón Perdomo era el mejor papá del mundo.

Jota Calderón, como le decían cariñosamente sus amigos, había sido alcalde del municipio caqueteño de Puerto Rico entre 2005 y 2007 por el Partido Liberal.

Para el momento del homicidio, mi hermanita estaba con él en Puerto Rico. Ellos estaban hospedados en la casa de una prima de mi papá.

Mi papá había estado en un sitio que se llama o se llamaba Latinos. Había terminado un evento, como a las 10 de la noche, y se había ido con unos amigos a tomarse unas cervezas, a departir.

Ahí fue ultimado por un menor de edad, de 17 años, miliciano de las (otrora) FARC. Fueron dos impactos de bala. Uno fue en la parte posterior de la cabeza. Ese tiro le salió por la frente. El otro fue en la sien. Ambos fueron a muy corta distancia.

“Eso fue a las 12 y media de la noche.

Por lo que nos han contado personas que vieron todo, mi papá se movió cuando se estaba muriendo y entonces el sicario se devolvió y le pegó otros cuatro tiros en el cuerpo", relató el pasado viernes 25 de agosto Alba Calderón –entre lágrimas– al Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP.

Alba Calderón hizo parte de un grupo de hombres y mujeres que la semana pasada se reunieron en un hotel de Bogotá con un equipo de expertos de la Unidad de Investigación y Acusación. El objetivo: revisar y analizar temas como los daños psicológicos causados a los familiares de las víctimas del llamado grupo turbayista del Caquetá y las reparaciones tempranas a que tienen derecho dentro del proceso que la Jurisdicción Especial para la Paz adelanta en contra del excongresista Luis Fernando Almario.

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Para el momento en que Jota Calderón fue asesinado, Alba Calderón tenía 21 años, cursaba el último semestre de derecho en la bogotana Universidad La Gran Colombia y disfrutaba en Bogotá de la excelente visita de su madre, quien disfrutaba de un merecido descanso.

Enteradas de la tragedia ese 14 de febrero de 2009, las dos de inmediato se fueron para el terminal de transporte. Allí tomaron un bus para Florencia, la capital del departamento de Caquetá.

La verdad es que en el viaje íbamos como locas por la angustia", comentó Alba Calderón, quien recordó además que, durante el largo trayecto a Florencia, su mamá no paró de darle besos a la fotografía de su asesinado esposo que tenía en su teléfono celular.

Mientras tanto, en el hospital de Puerto Rico, Xiomara Calderón se enteraba de la muerte de su padre. Conocidos de la familia le dijeron que había sido herido de gravedad, pero no que estaba muerto.

Lo tocó y todavía estaba tibio", anotó Alba Calderón.

Entonces mi hermanita se subió al carro que tenía mi papá, un Montero Pajero. Se encerró en el carro ensangrentado. Se encerró a llorar y no permitió que nadie se le acercara y mucho menos que le hablara.

En la mañana llegaron mis tíos y le dijeron a mi hermanita que se fuera para donde la prima de mi papá a cambiarse.

Para ir a la casa de mi prima, Xiomara tenía necesariamente que pasar por la taberna (donde había sido asesinado Jota Calderón).

Cuenta la gente, porque ella no habla del tema, que cuando llegó a la taberna todavía estaba el charco de sangre de mi papá. Ella se sentó en el piso y cogió la sangre y con la sangre y el dedo se hizo corazones en el pecho.

Era una niña. Tenía 15 años. Estaba en el colegio. No estaba para vivir un tema tan impactante. Por eso desde entonces ella es mi preocupación", puntualizó Alba Calderón, actualmente de 35 años y funcionaria de la Fiscalía General de la Nación.

Después del multitudinario sepelio de Jota Calderón en Florencia, su hija Alba regresó a Bogotá para seguir con lo poco que le había quedado de vida. Y algo bien triste: su padre no pudo cumplir con el sueño de verla convertida en abogada para presentarla con orgullo en todas partes como la doctora Calderón, como la mujer de mostrar de la familia.

Los primeros meses después de la tragedia fueron un infierno para Alba Calderón. No era capaz de dormir sola y tenía que tomar pastillas para conseguirlo.

Fue por esos mismos días que conoció al que hoy es su esposo y padre de sus dos hijos. “Mi hijo chiquito es igual a mi papá", añadió, con orgullo.

Y en cuanto a Xiomara Calderón, lentamente ha ido venciendo los fantasmas del pasado. Es ingeniera electrónica y vive en Estados Unidos.

Desde que pasó lo de mi papá, Xiomara siempre tuvo en mente que se quería ir (del país). Ella siempre le ha huido a este tema (del asesinato de su padre). Solo habla del tema con mi mamá o conmigo", puntualizó Alba Calderón.

—¿Cómo le ha parecido la JEP?

—Yo le creo a la JEP y pienso que no se ha perdido el tiempo. Yo creo que en la JEP hay un personal muy seleccionado que tiene empatía con las víctimas y que nos ha sacado del anonimato.

—¿Qué espera de este proceso?

—Yo quiero verdad, pero si en esa verdad salen culpables, yo quiero justicia. Yo no quiero solo verdad. Yo no quiero plata. Eso para que. Yo para eso trabajo.

—Tenemos entendido que el edificio de la Alcaldía de Puerto Rico lleva el nombre de su padre…

—Eso para que. Yo ni voy por allá. No le pusieron el nombre por él como mártir. Lo pusieron porque él lo construyó.

—¿Qué opina del proceso de paz que hace siete años sellaron el gobierno nacional y las FARC?

—Yo, cuando hubo el plebiscito (de octubre de 2016), voté NO porque me costó entender, porque tenía mi dolor a flor de piel y me parecía injusto que ellos (los guerrilleros) fueran al Congreso y que nosotros aplaudiéramos. Yo no quería ese proceso de paz. Pero con el pasar del tiempo, como tengo dos hijos, dije: “Una guerra que solo trae muertos, viudas y huérfanos no vale la pena". Yo no puedo ser egoísta y pretender que lo que yo viví lo tengan que vivir los demás. Con un muerto que nos ahorremos, vale la pena la paz.

—¿No le da miedo ser tan frentera?

—Eso me cuesta a veces, pero la gente ​entiende. Eso me pasa en el trabajo todo el tiempo, porque como yo llegué tan chiquita (a la Rama Judicial). Yo fui juez a los 24 años y pasaba que la gente creía que pobrecita, que le vamos a dar dos vueltas, y eso no pasó. (Al contrario), eso le va formando a uno el carácter.

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El 29 de mayo pasado, la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP acusó al excongresista Luis Fernando Almario Rojas por el crimen de lesa humanidad de persecución por los asesinatos, secuestros y desplazamientos de los que fueron víctimas –por motivos políticos– 30 líderes, simpatizantes y colaboradores del llamado grupo turbayista del Caquetá.

De acuerdo con la Fiscalía de la JEP, al parecer Almario Rojas en calidad de coautory algunos integrantes de las FARC diseñaron y ejecutaron un plan para atacar a los integrantes del turbayismo con el fin de desplazarlos de la arena política del Caquetá y así asumir el control político de dicho departamento.

El grupo turbayista del Caquetá fue una facción del Partido Liberal liderado por el fallecido dirigente Hernando Turbay y de la que hicieron parte su esposa, sus dos hijos y varios dirigentes de ese departamento.