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David, o el protector de las personas refugiadas de Colombia en Costa Rica​​​

David(*) cumplió 31 años el pasado lunes 13 de julio. Festejó con sus familiares y amigos, pero virtualmente por culpa del COVID-19. Nació en Bogotá y ha hecho de la mitad de su vida un verdadero apostolado por las personas refugiadas y migrantes del mundo –la mayoría colombianas– que llegan a Costa Rica.​

Hacia 1994, su madre colombiana consiguió una beca para ir a estudiar a ese país centroamericano. Entonces partieron para San José, la capital costarricense, sus padres y él.

En territorio tico nació su única hermana. En el momento vive allá con ella y con su madre. En los últimos 26 años David solo ha visitado a Colombia dos veces. Aún no se ha casado.

Desde los 15 años se involucró en el tema de Derechos Humanos a través de talleres para jóvenes, unas veces como participante, otras como conferencista.

A los 17 se metió de lleno con organizaciones no gubernamentales y hoy en día es una de las cabezas visibles de la Red de Jóvenes Sin Fronteras. Ha sido su presidente y representante legal, “pero eso es un formalismo porque aquí (en la Red) todos somos iguales y trabajamos por igual", sostuvo David la semana pasada durante una entrevista telefónica con la oficina de prensa de la Unidad de Investigación y Acusación (UIA) de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

La Red de Jóvenes Sin Fronteras es una ONG que en Costa Rica acoge a personas migrantes y refugiadas que, en muchos casos –como el de las y los colombianos–, llegan huyendo de la violencia “con una mano atrás y otra adelante", como lo describió recientemente el director de la UIA, Giovanni Álvarez Santoyo, al referirse al drama de nuestros compatriotas que, por causa del conflicto armado, han tenido que dejar el país.

Aunque David no se considera una víctima directa del conflicto colombiano, sí recalcó que “aquí (en la Red de Jóvenes Sin Fronteras) hemos recibido a chicas y chicos colombianos que sí han tenido una relación más directa con la violencia del país".

“Soy ciudadano del mundo nacido en Colombia", dice David en un video que aparece en las redes sociales de la Red de Jóvenes Sin Fronteras, que en la actualidad tiene unos 1.200 afiliados –por los menos el 40% son colombianos.

Él se ufana de que, al ser un ciudadano del mundo, y gracias a su rol de defensor de Derechos Humanos, ha estado en más de 10 países llevando un mensaje: que en el mundo no debe haber fronteras y que todas las personas deberían entrar y salir de cualquier país sin ningún inconveniente.

En el mismo video en que aparece David, María Isabel –una de sus compañeras de causa y también nacida en Colombia– indica que “el objetivo principal (de la Red de Jóvenes Sin Fronteras) es luchar por la integración de las personas jóvenes, migrantes y refugiadas, y sensibilizar a la población de que los migrantes y los refugiados son personas iguales a cualquier ciudadano nacional".

Y en concepto de su paisana María Alejandra, su paso por la ONG “ha sido una gran experiencia porque trabajo con muchos jóvenes y veo historias (de personas refugiadas y migrantes) con las que realmente uno queda impactado".

“La Red de Jóvenes Sin fronteras nace del proyecto Lazos Sin Fronteras. Este proyecto se empezó a desarrollar en 2010", puntualizó David, profesional en informática, especializado en análisis de datos y quien actualmente estudia para ser asistente de personas que padecen alguna discapacidad, ya cognitiva, ya física.

El 3 de julio último, durante un encuentro virtual entre funcionarios de la UIA y ciudadanas y ciudadanos colombianos que viven en el exterior por causa del conflicto armado, David llevó la vocería de nuestros connacionales refugiados en territorio costarricense.

Ese día David llamó la atención sobre un fenómeno del que prácticamente nadie habla: que las modernas migraciones se presentan más con mujeres que con hombres. “Las circunstancias son completamente diferentes porque se viven agresiones y violaciones de derechos físicos", agregó. “Costa Rica tiene la particularidad migratoria de que llegan personas del sur del continente y también del norte", añadió.

Ese día –3 de julio–, David representó a sus coterráneos porque, enterados del taller que estaba organizando la UIA con víctimas de la violencia en el extranjero, se reunieron y por votación decidieron que fuera él quien hablara por ellos.

David recuerda una anécdota que todavía lo conmueve. En cierta oportunidad, hace unos cuatro años, una joven colombiana llegó a Costa Rica –con una niña pequeña– y rápidamente tocó las puertas de la Red de Jóvenes Sin Fronteras.

Paralelamente, un empresario costarricense que conocía a David le comentó que le encantaba darles empleo a personas refugiadas y migrantes, especialmente a las colombianas por su capacidad de trabajo. Pero le advirtió que le preocupaba meterse en líos con las autoridades migratorias de su país.

Pocos días después, casualmente, los tres –la chica colombiana, el empresario y David– coincidieron en una reunión. El empresario, que en Costa Rica tiene una especie de bolsa de empleo, expuso el caso de una colombiana que él quería contratar, pero dio a entender que al parecer no tenía en regla la documentación como migrante o refugiada.

Apenas se enteró de que la mujer a la que él hacía referencia estaba sentada a su lado, el empresario se turbó y segundos después le ofreció disculpas, le dijo que le iba a dar un mes de sueldo, que en su carro tenía alimentos y que la iba a llevar a su casa para que al día siguiente empezara a trabajar. Actualmente la colombiana sigue laborando en la misma empresa gracias a la Red de Jóvenes Sin Fronteras y, desde luego, a David.

Cuando un colombiano o colombiana llega a Costa Rica en calidad de persona migrante o refugiada y busca a la Red de Jóvenes Sin Fronteras, lo primero que se le ofrece es una asesoría migratoria gratuita, esto es, qué documentación debe llenar, con quién debe hablar y a dónde debe dirigirse para evitar filas interminables o abogados que les cobran un dineral por una diligencia que a lo mejor no tendrá éxito.

Luego les dictan charlas de aprendizaje a través de Internet. A las mujeres que son madres les brindan capacitación en temas de sexualidad y empoderamiento.

Hay una tercera etapa en la que la Red de Jóvenes Sin Fronteras analiza las capacidades del migrante o la migrante para tratar de vincularlo a la vida laboral de Costa Rica.

La última fase consiste en empoderar a los jóvenes en proyectos sociales, es decir, que se vuelvan duchos como conferencistas con personas que apenas inician el camino que ellos ya recorrieron y, de paso, que eventualmente esa tarea les pueda representar algún ingreso económico.

“Aunque estoy lejos de mi patria y me he hecho en Costa Rica", concluyó David, “yo sigo siento colombiano y a diario hago votos porque la paz finalmente llegue para siempre a mi país".

(*) David solicitó que, para este artículo, su apellido y el de sus compañeras de la Red de Jóvenes Sin Fronteras no fueran publicados para evitarles eventuales problemas de seguridad a sus familiares que viven en Colombia.​