La familia Herrera Álvarez: una tragedia que no termina
Lo que más recuerda Adiela Herrera Álvarez de su infancia y adolescencia es que casi siempre tuvo miedo. Corrían los años 90 y la guerrilla tenía azotado a su natal Ituango, en el departamento de Antioquia.
“Desde que tengo uso de razón, desde que estábamos pequeños, siempre oímos hablar de que se metió la guerrilla, de que se tomaron el comando (de la Policía), de que mataron un policía, de que en tal parte amaneció un muerto", explicó Adiela Herrera en reciente entrevista en Medellín con el Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP.
Tanto Adiela Herrera como 42 víctimas más del conflicto armado se encontraron en el barrio El Poblado de la capital antioqueña, entre el 24 y el 27 de julio pasados, en el marco de las conversaciones restaurativas organizadas por la Unidad de Investigación y Acusación con los familiares de víctimas de ejecuciones extrajudiciales del llamado subcaso Dabeiba.
Las conversaciones restaurativas son una metodología de interlocución con las víctimas y fue diseñada por la Unidad de Investigación y Acusación con el propósito de identificar el daño producto de graves violaciones al DIH y a los Derechos Humanos en el marco del conflicto armado interno.
A Medellín, Adiela Herrera viajó desde Ituango con su mamá, Alba Rosa Álvarez, y su hermana menor Mónica Herrera. Durante la entrevista, las tres trataron siempre –como si se lo hubieran propuesto– de estar felices. Pero seguramente no es fácil ser feliz cuando lo primero que hay que contar es que la violencia les arrancó a los tres hombres más queridos de la familia.
Tal vez por eso son entendibles los miedos que han perseguido a Adiela Herrera desde que era una chiquilla. Primero fue el asesinato de su tío Guillermo Herrera, luego el homicidio de su padre Pedro Julio Herrera y, finalmente, la desaparición de su hermano Jorge Alexander Herrera.
A Guillermo Herrera lo alcanzó la muerte un domingo en Ituango. Todo parece indicar que lo asesinó la guerrilla. Algo muy similar le sucedió a su hermano Pedro Julio Herrera. Un día de marzo de 2000 se fue para su finca, en la vereda La Hundida –ubicada a una hora en carro de la cabecera de Ituango–, y alguien le disparó por la espalda.
“La gente dijo que fue la guerrilla", comentaron al unísono las Herrera Álvarez. Sin embargo, “eso nunca se investigó", advirtieron.
Testigos del asesinato de su padre –añadió Adiela Herrera– contaron que en su agonía solo se le oyó decir: “Ay, mis hijos".
El cadáver de Pedro Julio Herrera quedó tendido en un camino. Nadie se atrevió a tocarlo. Al final, uno de sus hijos y el sacerdote católico Ernesto Gómez fueron a recogerlo.
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La noticia del asesinato de su esposo sorprendió a Alba Rosa Álvarez en una clínica del municipio antioqueño de Yarumal. Como pudo, la valiente mujer se reincorporó para ponerse al frente de las vueltas del entierro del hombre con el que tuvo siete hijos.
Él era menor que ella cuatro años.
Del sepelio de su papá, Adiela y Mónica Herrera recuerdan que casi nadie los acompañó. Eran tiempos en los que la gente no iba a los entierros para evitar estigmatizaciones y maledicencias.
“No fue nadie al entierro. Únicamente los allegados a la familia. Seguramente a la gente le dio miedo", recordó con tristeza Adiela Herrera, una paisa buena conversadora, de 40 años y madre de una hija universitaria.
“Ni siquiera la otra (en referencia a una amiga furtiva de su padre) se asomó por allá", observó Adiela Herrera, con sorna.
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Después de que Pedro Julio Herrera fue asesinado, su hijo Jorge Alexander se puso al frente de la familia. Tenía apenas 22 años y la hombría suficiente para decirles a su madre y a sus hermanas: “Tranquilas, yo nunca las voy a abandonar".
“Fue un peladito que asumió el rol de papá", explicó Adiela Herrera. Entonces el muchacho se encargó de la administración de la finca y los fines de semana trabajaba como mesero en una discoteca del pueblo para conseguirse unos pesos de más.
“Él les daba a las muchachas los uniformes y cuadernos para que estudiaran", anotó Alba Rosa Álvarez, de 69 años, antes de empezar el relato de la desaparición de su hijo.
“A él se lo llevaron con mentiras hace 21 años", recordó la adolorida madre.
El 15 de julio de 2003, durante las fiestas de la Virgen del Carmen, Jorge Alexander Herrera llegó a la iglesia de Ituango para confesarse. De pronto, un hombre lo abordó y le dijo que era requerido en el sector de La Hundida para que vacunara un ganado.
Nunca más se volvió a saber de él.
De eso hace ya 21 años y desde entonces las vidas de los Herrera Álvarez se partieron para siempre. No ha habido un día en que Alba Rosa Álvarez deje de hacer algo para tratar de conseguir alguna noticia sobre su hijo. Ni siquiera se ha arredrado cuando en la frenética búsqueda han murmurado de su familia.
—¿Y por qué no se vinieron a vivir a Medellín?
—Porque no teníamos un peso, porque no teníamos nada—, respondió con franqueza Alba Rosa Álvarez.
—¿Y el resto de la familia?
—Si uno está mal económicamente, olvídese de que tiene familia—, opinó Adiela Herrera.
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Hace poco más de un mes, investigadores de la Unidad de Investigación y Acusación contactaron a la familia Herrera Álvarez para informarle sobre un cuerpo que fue exhumado en Ituango y que podría ser el de Jorge Alexander.
Entonces las alarmas de optimismo se activaron entre los Herrera Álvarez. De inmediato, Alba Rosa y sus dos hijas ofrecieron sus muestras de sangre para que eventualmente se les haga el milagro.
Los resultados de las pruebas de ADN dirán la última palabra en un par de meses.
Aunque solo es una posibilidad –en el pasado ya hubo falsas alarmas sobre el eventual hallazgo de Jorge Alexander–, los Herrera Álvarez se aferran a ella. Eso sí, con una sentida solicitud para todo el personal de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP: “Que si no es Jorge Alexander, que nos sigan ayudando en la búsqueda, que no nos dejen solas".
“Claro que jamás vamos a dejar sola a la familia de Jorge Alexander. Ni a esa familia ni a ninguna otra que haya sido víctima del conflicto armado. Esa es nuestra obligación", aseguró el director de la Unidad de Investigación y Acusación, Giovanni Álvarez Santoyo, cuando fue puesto al tanto del clamor de la familia Herrera.
—¿Y qué va a pasar si encuentra a Jorge Alexander?
—Que ya me puedo morir tranquila—, concluyó Alba Rosa Álvarez.