La hermana Rosa y su lucha por los desaparecidos de La Escombrera
Medellín, 19 de diciembre de 2024 Al mediodía del miércoles pasado, cuando fue informada de que en el sector medellinense de La Escombrera habían sido halladas unas estructuras óseas que se presume podrían ser de dos personas, la carismática religiosa Rosa Emilia Cadavid quiso salir corriendo para el sitio donde se había producido la gran noticia que ella esperó por más de 20 años.
Pero no pudo de inmediato. Ella, en el año 2000, sufrió un aparatoso accidente de tránsito que la dejó en una silla de ruedas.
“Estábamos en un encuentro de profesores en un corregimiento y, de regreso a la ciudad, el bus se volteó y hubo mucha gente muerta", relató la hermana Rosa al Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz.
“Yo también (en sentido figurado) estaba entre los muertos. Según los médicos, yo ya me moría, yo fui a la otra vida y volví", agregó la monja nacida hace 73 años en el municipio antioqueño de Girardota. “Pero Él no me dejó (morir) porque me necesitaba aquí, porque tenía que quedarme con esta comunidad. ¡Y aquí estoy!", añadió.
De hecho —comentó —, “cuando estaba en cuidados intensivos yo decía: 'Yo quiero seguir trabajando por la gente".
Desde hace 55 años, la hermana Rosa pertenece a la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena —o las Hermanas Lauritas—, que fue fundada por la única santa colombiana: la madre Laura Montoya Upegui.
La comunidad o la gente a la que la hermana Rosa se refiere está ubicada en la Comuna 13 de Medellín. Allí también está La Escombrera, un lugar que, según denuncias de familiares de víctimas y organizaciones de Derechos Humanos, fue escenario de desapariciones a inicios del milenio.
Las autoridades han recibido denuncias de más de 500 desaparecidos en la Comuna 13.
Justo en el 2000, según la hermana Rosa, empezaron los miedos y las zozobras en la Comuna 13. En los barrios, adicionalmente, empezó a aparecer gente extraña con capuchas.
Fue una época en la que, según las palabras de la hermana Rosa, “me tocó escuchar a las víctimas cuando llegaban diciendo: 'Están jugando fútbol con la cabeza de una persona que conocemos' y 'hermanita tenemos mucho miedo".
En octubre de 2002, las autoridades pusieron en marcha durante dos días la llamada Operación Orión que, al decir del gobierno de entonces, buscaba erradicar a los grupos guerrilleros de la Comuna 13.
Lo de la Operación Orión “fue muy duro. Son sucesos que en la mente quedan para toda la vida", comentó.
Después de la Operación Orión se denunciaron desmanes (homicidios y desapariciones) por parte de la fuerza pública que, al decir de la hermana Rosa, negarlos es querer “tapar el sol con un dedo. Siempre nos dijeron (a ella y a las madres, esposas y hermanas de las víctimas) que éramos mentirosas, que éramos locas".
Pero tras el hallazgo del miércoles, puntualizó la religiosa, “le demostramos al mundo que nosotras teníamos razón, que las madres tenían razón. Aquí (en La Escombrera) hay muchos más cuerpos (inhumados) de los que hemos podido encontrar hoy".
Al igual que la hermana Rosa, la abogada Adriana Arboleda —directora de la Corporación Jurídica Libertad y vocera nacional del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado— considera que el hallazgo de las estructuras óseas en La Escombrera “es realmente un logro".
El hallazgo, dijo la activista, es un trabajo que “ha implicado una lucha de 22 años, de 22 años de impunidad, de 22 años de negacionismo, de un pacto de silencio de los victimarios".
En su concepto, “el que se estén hallando cuerpos es romper esa impunidad, ese silencio, esa estrategia de querer ocultar los crímenes".
“Es una victoria para las víctimas", concluyó Arboleda.