​​La increíble historia de la profesora Emilse Jiménez

Si algo tiene claro en la vida Emilse Jiménez es el sentido de la gratitud. Tal vez por eso nunca se ha desprendido de su natal Buenos Aires, un municipio del norte del departamento del Cauca azotado como pocos por la violencia.

 

Buenos Aires me lo dio todo. Entonces yo tengo el deber moral de devolverle a mi pueblo lo que me ha dado", le dijo Emilse Jiménez —en reciente entrevista— al grupo de Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP.

 

Lo primero que le dio Buenos Aires a Emilse Jiménez fue la tranquilidad. Corrían los años 70 y con ellos una infancia alegre y bonita en las veredas San Marcos y Santa Catalina.

 

En esa época la violencia no impactaba tanto a los niños y a los jóvenes. Claro, había dificultades de vecindad, pero se solucionaban a través del diálogo", explicó Emilse Jiménez, de 54 años, y quien fue la tercera de los siete hijos que tuvieron un agricultor y una maestra de escuela.

 

De la mano de su madre y de su abuela, Emilse Jiménez empezó a abrirse camino en la vida. Con juicio, estudió la primaria y en principio cursó hasta cuarto de bachillerato en un colegio de monjas. 

 

Después, en medio de muchas dificultades, anduvo por Cali, donde al poco tiempo entendió que su futuro no iba a ser como empleada doméstica y menos por el hecho de ser negra.

 

De inmediato regresó a Buenos Aires. Entonces alternó el trabajo con el estudio. Fue por esos mismos días cuando le permitieron remplazar a una maestra que se iba de licencia de maternidad. Le fue muy bien en la escuela y por esos sus superiores le dijeron: “Termine el bachillerato para que se coloque del todo".

 

Y Emilse Jiménez lo hizo.

 

Apenas se graduó de bachiller pensó: “No voy a parar de prepararme nunca". En efecto, terminados los seis años de la secundaria se matriculó en una facultad de matemáticas. 

 

Pero no eran tiempos buenos en materia económica, máxime cuando, en calidad de madre soltera, tenía que responder por la pequeña Sirley Johanna. Por eso, sin duda, redobló su tenacidad y en 1999 retomó sus estudios superiores y se hizo profesional. 

 

Desde entonces no ha parado de estudiar. Aparte de la carrera en matemáticas, encima tiene una especialización en ciencias naturales y medio ambiente. Actualmente está haciendo otra especialización internacional en Derechos Humanos. Y, como si lo anterior fuera poco, es la primera que se apunta a cuanto seminario o taller es invitada.

 

Si uno no se prepara lo deja el tren, sobre todo yo que, aparte de la docencia, estoy metida de lleno en el activismo", indicó Emilse Jiménez, una mujer que irradia positivismo en cada palabra, en cada gesto y, sobre todo, en cada sonrisa.

 

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Los años de tranquilidad en Buenos Aires se fueron a finales de los años 90. Los paramilitares llegaron, al decir de Emilse Jiménez, “porque seguramente pensaban que nosotros éramos auxiliadores de la guerrilla. Pero eso no era cierto".

 

Eso sucedió hace más de 35 años y aún Emilse Jiménez recuerda con memoria fotográfica cómo fue el ingreso a Buenos Aires de los ilegales armados. Lo primero que hicieron —explicó— fue coaccionar a la población civil y tratar de ganarse su apoyo y amistad a punta de fusil.

 

Después los paramilitares empezaron a hacer de esas cosas que a todo el mundo molesta: a conseguir a las malas el cariño de las mujeres y a saquear las despensas de las casas. 

 

Se les comían las gallinitas a los campesinos", recordó Emilse Jiménez, quien de inmediato subió la voz para decir que “ojalá las cosas se hubieran quedado solo en el robo de comida".

 

De acuerdo con su narración, “cuando ya se agudizó el conflicto, (los paramilitares) empezaron a cometer acciones de sangre y a desaparecer personas".

 

Por ejemplo —precisó la defensora de Derechos Humanos-,  “a algunos que eran combatientes y a otros que ellos señalaban los mataban y los desaparecían. Hubo personas que las enterraron en las huertas de las casas. Otros contaron con mejor suerte y los obligaron a abandonar sus casas".

 

Para ese entonces, Emilse Jiménez era la maestra de las veredas Santa Catalina y Mazamorrero. A ella la atormentaba y enfurecía el hecho de que paramilitares y guerrilleros reunieran a los muchachos de su escuela para amenazarlos y decirles que en la comunidad no tenían cabida ni los drogadictos ni los ladrones.

 

Fueron muchas las veces que los ilegales pernoctaron en la escuela y muchas las ocasiones que Emilse Jiménez y su gente tuvieron recoger el desorden que ellos dejaban. Entonces de inmediato se presentaba un problema: que la maestra les expresaba de frente a los integrantes de los dos bandos su molestia por ese tipo de hechos o porque muchas veces castigaban o reclutaban a muchachos menores de edad.

 

Es que yo a la guerrilla tampoco le agacho la cabeza", advirtió. 

 

La mayoría de esas acciones violentas en Buenos Aires se prolongaron —más o menos— hasta mediados de la primera década del 2000, cuando se produjo la desmovilización paramilitar.

 

Sin embargo, las tristezas estaban lejos de abandonar a Emilse Jiménez. A finales de 2018, dos balas segaron la vida de su hija Jessica Viviana Carabali. Los hechos de su ataque aún siguen siendo pocos claros. Solo se sabe que la atacaron cerca de su casa y que durante dos semanas, sin suerte, trató de ganarle la batalla a la muerte en una clínica. Todo parece indicar que la mató un exintegrante de la fuerza pública.

 

Jessica Viviana tenía 28 años y dos hijos —de cuatro y nueve años— que quedaron bajo la custodia de su abuela materna, Emilse Jiménez.

 

Jessica Viviana era como yo: se le salía el activismo por todas partes. Su muerte me volvió más terca y me quitó el poquito de miedo que me quedaba. Y algo muy triste: le perdí la confianza a las instituciones", enfatizó Emilse Jiménez, quien ha orientado su activismo en defensa de los derechos de las niñas, niños, adolescentes y mujeres.

 

A pesar de los señalamientos, seguiré defendiendo  la vida  y los Derechos Humanos  hasta que la dignidad se haga  costumbre", concluyó.​