​​​“La vida en la universidad de la calle es dura, pero sobreviví", dice mujer que fue violada por guerrilleros​​

Cuando María del Socorro Zapata tenía tres años murió su madre. Luego, cuatro años después, ocurrió lo mismo con su abuela. Desde ese momento quedó sola en el mundo. Entonces las a veces peligrosas calles de Medellín y sus alrededores se convirtieron en su casa.

No tengo familia. Me crie sola. Me crie en la universidad de la calle", le dijo María del Socorro hace poco al Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP.

La vida en la universidad de la calle es dura, pero sobreviví" porque “cuando uno anda con Dios siempre sobrevive a todo", agregó Zapata, de 57 años y nacida en el municipio de Ciudad Bolívar, en el suroeste antioqueño. 

Nunca estudié. Nunca tuve una familia. Nunca tuve a alguien que me dijera ame a Dios, pero estaba en mí amar a Dios. Creo que soy una creación de Dios", añadió.

—¿De verdad no había más familiares?—, se le consultó con extrañeza.

—Si los había, nunca les importe. Nunca nadie me reclamó—, respondió, con la voz entrecortada.

En Medellín María del Socorro le hizo frente a la vida. Muchas veces durmió en las calles, en los andenes y debajo de los puentes y también comió sobras. Nadie, según sus palabras, se metió con ella. Jamás los ladrones o las lesbianas de la calle la tocaron.

Lo que pasa es que yo siempre andaba con Dios", insistió.

Cuando María del Socorro tenía unos 11 años, una mujer, Rosalba Ardila, se conmovió con su situación. Entonces la invitó a vivir con su familia en Itagüí –un municipio ubicado a escasos minutos de Medellín– como una hija más.

Pero no le puedo dar ni estudio ni ropa", le advirtió Rosalba Ardila a María del Socorro.

Los años pasaron y María del Socorro dejó de ser niña y se convirtió en mujer. Para llevar algo de dinero a la vivienda de Rosalba Ardila se empleó en el servicio doméstico de varias casas de Itagüí y Medellín. 

Por esa misma época consiguió a su primer compañero, con quien tuvo un hijo “y quien me violaba", a pesar de que era su esposo y padre de su primer hijo. “Yo le conté a mi mamá (Rosalba Ardila) y ella me dijo que lo que él hacía(en referencia al abuso sexual) no era correcto".

Con el tiempo, y tal vez para huir del maltrato de su esposo, María del Socorro se fue para Cali en busca de Rosalba Ardila. Allí se radicó con sus dos hijos. El mayor, cuando creció, se convirtió en víctima mortal de los cabecillas de las llamadas “fronteras invisibles" del Distrito de Aguablanca.

Un hombre lo amenazó y él creyó que no era en serio. A los ocho días lo mandó a matar. Le metieron ocho tiros", contó María del Socorro, en voz baja, y con el rostro de alguien que ha vivido en carne propia el dolor más grande que hay en el mundo para un ser humano: la muerte de un hijo para una madre.  

Después de eso cambió mi vida", dijo.

Corría el 2013.

En Jamundí

Para tratar de hacer más llevadera la muerte violenta de su hijo, María del Socorro atendió la invitación que le hizo una familiar suya y se fue a vivir al municipio vallecaucano de Jamundí. Su allegada le facilitó un dinero y empezó a vender ropa en varias localidades de Valle del Cauca.

Y llegó el domingo 18 de julio de 2021.

Ese día, María del Socorro viajó temprano al corregimiento de Timba, en el departamento de Cauca, a vender ropa. Los habitantes del caserío celebraban sus fiestas patronales. Durante todo el día, hasta que cayó la noche, ella exhibió su mercancía tendida en plásticos.

Me vine para la carretera –recordó María del Socorro–, como a las ocho y media o nueve (de la noche), para ver si alguien me daba un aventón. Estaba muy oscuro. De pronto vi bajar a dos señores. Nos saludamos. Me preguntaron para dónde iba. Les respondí que para Cali. Les pedí un aventón. Me dijeron que sí, que ya bajaba un carro para darme el aventón.

“Yo me quedé mirando a los dos hombres y los vi muy raros. Tenían botas y llevaban armas. Me dijeron que ya volvían. Yo me senté a esperarlos y me elevé. Cuando me elevé, me cogieron los dos. Me llevaron hacia el rastrojito y me violaron. Uno me puso el fierro en la cabeza para que no gritara y el otro abusó de mí".

—Muchachos no me hagan nada, no me vayan a matar—, les dijo María del Socorro a los dos violadores, aturdida por el susto.

—Tranquila perra hp que ya sabemos quién es usted. Si gritás te matamos y te tiramos al río—, le respondieron los agresores a una sola voz.

—No me hagan nada que yo no tengo nada—, insistió María del Socorro, desesperada.

—Cómo que no tenés nada—, le contestó en tono burlesco uno de los agresores, mientras le tocaba sus senos.

Después de un rato, el horror se detuvo. Los violadores cesaron su embestida brutal cuando escucharon el ruido de un carro. “Perro, abrámonos", le dijo un agresor al otro. Entonces María del Socorro se quedó sola, prácticamente desnuda, y con la sensación de que un carro le había pasado por encima.

Eran guerrilleros. Yo sabía eso desde que los vi", enfatizó María del Socorro. “Una violación no se supera nunca. Eso te marca para toda la vida. Después de eso, yo no volví a ser la mujer de antes", enfatizó.

Epílogo

Hace casi tres años María del Socorro Zapata fue violada por dos guerrilleros. Tres meses después denunció los atroces hechos antes las autoridades, “pero no pasó nada". Después de la violación –según su sentir– solo quedó una mujer que no le encuentra sentido a la vida. Es más, ha intentado suicidarse en dos oportunidades. Actualmente vive con su​ hijo de 30 años. Él no sabe lo que le sucedió a su madre. 

De la JEP María del Socorro tuvo conocimiento por Rosa Blanca, una corporación integrada en su mayoría por mujeres excombatientes de las FARC que se han declarado víctimas de delitos sexuales durante su permanencia en las filas guerrilleras. Dice que los eventos que organiza la JEP le sirven para olvidar –así sea temporalmente– las amarguras del pasado. Ella es escéptica con el proceso de paz que a finales de 2016 sellaron el gobierno nacional y las hoy pacificadas FARC porque –en su concepto– las guerrillas “siguen haciendo y deshaciendo".

Mi historia puede servirle a alguien para que denuncie", concluyó.