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Todo por amor y la historia de “JJ” en el paramilitarismo de Barrancabermeja


La Unidad de Investigación y Acusación comparte esta historia de vida, relatada por un excombatiente de grupos armados ilegales que decidió abrir su corazón y compartir su dolorosa experiencia.

A John Jairo Cadena sus amigos, los de verdad, le dicen “JJ”. Tiene 34 años. Es del puerto petrolero de Barrancabermeja. Cuando tenía 13 años engrosó las filas paramilitares del Bloque Central Bolívar en el departamento de Santander.

Era 1998 cuando JJ se volvió paramilitar. Fue una época negra para Barrancabermeja. A mediados de mayo de ese año, los esbirros de Carlos Castaño irrumpieron en ese puerto sobre el río Magdalena, asesinaron a por lo menos siete personas y desaparecieron a otras 25.

En ese ambiente de terror en la capital de la provincia de Yariguíes, JJ ingresó a la temida organización de ultraderecha. Se ganaba 420.000 pesos en efectivo y un bono de 300.000 pesos para mercado. No obstante, le tocó hacer cualquier clase de pilatunas para que lo aceptaran toda vez que solo tenía 13 años.

“Mínimo tenía que tener 16 o 17 años. Para que me recibieran tuve que hacer una jugada: falsifiqué el registro civil. Aunque tenía cara de viejo, no tenía la edad (para ingresar a las AUC)”, explicó JJ durante una reciente entrevista con la oficina de prensa de la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz.

Fue un encuentro –en la oficina de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, una organización sin ánimo de lucro con sede en Bogotá que cuenta con más de 665 mujeres que fueron violentadas sexualmente en el marco del conflicto armado colombiano– en el que 10 humildes muchachas y muchachos víctimas de reclutamiento forzado por parte de grupos ilegales contaron sus historias y se declararon incondicionales con la paz del país.

Cuando tenía ocho años, JJ vivía con su abuela en el corregimiento de Las Mercedes, municipio de Sardinata, en el departamento de Norte de Santander.

Hacia 1994 la familia Cadena se fue a vivir a Barrancabermeja para evitar que el pequeño JJ o alguno de sus hermanos terminaran reclutados por las guerrillas que, para ese momento (incluso en la actualidad), pululaban en el territorio nacional.
“Las Mercedes es ‘zona roja’ (o con graves problemas de orden público y alta presencia de grupos al margen de la ley)” de las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (Eln), y del Ejército Popular de Liberación (Epl)”, indicó JJ, quien tiene cuatro hermanos, todos vivos. Sus padres, en cambio, murieron de muerte natural.

Siendo todavía un niño, JJ conoció en el interior de los paramilitares a Martha, su amor de toda la vida. Fue un amor juvenil. Según sus palabras, sin malicia. “Yo la amaba. Fue una traga loca. Siempre quería que amaneciera rápido para ir a verla”, agregó JJ, quien en la actualidad trabaja en una compañía que organiza eventos empresariales.

Tan limpio fue el amor con Martha que, según JJ, nunca tuvieron relaciones sexuales. Sin embargo, cuando más enamorado estaba, a JJ lo enviaron a hacer un curso político-militar al municipio santandereano de San Rafael.

Allá JJ duró unos seis meses. Pero mientras hacía el curso político-militar, en las huestes paramilitares de Barrancabermeja empezó a tomar fuerza un rumor mentiroso: que JJ había muerto.

Entonces Martha se consiguió otro hombre. Cuando JJ regresó al puerto, se encontró con que su “traga loca” tenía novio. “Acepté su amorío con dolor en el alma, entre otras cosas, porque entendí que a ella le habían vendido el cuento de que yo estaba muerto. Como quien dice, el muerto al hoyo y el vivo al baile”, dijo.

Con el tiempo, Martha cayó en desgracia con sus jefes paramilitares. El motivo: su compañero sentimental –al decir de JJ– “se torció”. Entonces se impartió la orden de que Martha también debía morir. Ella se escondió.

Los cabecillas de la banda ilegal comisionaron a JJ para que acabara con ella. Ellos pensaron que dada la amistad que habían sostenido en el pasado, Martha no tendría inconveniente en dejarse ver de JJ. “Sáquela a un parque y ahí la mata”, le dijeron sus superiores. “Cómo le parece que le manden matar a uno el amor de su vida”, observó.

Pero JJ todavía la quería. Tanto que se jugó su vida por ella. Con una amiga, le mandó a decir que era “objetivo militar” de los paramilitares, que la orden de ejecución seguía en firme y que, en todo caso, él jamás en la vida le haría daño.

Era el año 2003. Rápidamente los jefes paramilitares de Barrancabermeja establecieron que JJ no solo había desobedecido la orden impartida, sino que adicionalmente había puesto al tanto a Martha de sus macabros planes. Entonces JJ se concientizó de que su vida corría peligro y por eso se vino para Bogotá a empezar de ceros.

Hoy, JJ reconoce que en su paso por las autodefensas a veces le hizo daño a la gente. De eso se arrepiente. En varias oportunidades ha pedido perdón público por sus actos equivocados. Según dijo, esas cosas nunca debieron haber pasado porque “ese no era el futuro que yo quería para mí y menos para mis hijos”.

JJ Vive en la capital colombiana. “Tengo dos niñas. Una de 12 y otra de ocho años. Hermosas. Son hijas de llaneras”, añadió.
Y una última pregunta: si tuviera la oportunidad de hablar con el Presidente de la República, ¿qué le diría? “Que se acuerde de todas esas familias que tienen dos, tres, cuatro niños y que (sus padres) no tienen para sostenerlos, y sí en cambio los grupos armados están pendientes de ellos para reclutarlos”.