​​Unidad de Investigación y Acusación: 

positivo balance en jornada con víctimas en Pamplona, Norte de Santander


Pamplona, Colombia, 13 de junio de 2025 (@UIA_JEP) Más de 30 víctimas de todos los rincones de Norte de Santander se dieron cita en esta hidalga ciudad para contarles a servidores de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP sus tristezas, pero también sus objetivos a futuro y su mirada de una Colombia en paz.

 

Como la tristeza que embarga a Yadira Rodríguez Cruz desde hace más de 11 años.

 

Ella aún trata de encontrar a su hermano Yoni Edilberto Rodríguez Cruz, quien desapareció en diciembre de 2013 en el municipio nortesantandereano de El Tarra. 

 

Él tenía entonces 31 años.

 

Él se fue (de Cúcuta para El Tarra) en mayo de 2013 por una supuesta oferta de trabajo", le contó Yadira Rodríguez el jueves pasado al Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación.

 

La supuesta oferta de trabajo a la que hace referencia Yadira Rodríguez se la propuso “una de las tantas mujeres a las que él conoció" porque “el pingo no era feo", agregó Yadira Rodríguez, de 49 años y quien fue la segunda de cuatro hijos.

 

En El Tarra, Yoni Edilberto Rodríguez se dedicó a administrar una finca. Su hermana mayor lo recuerda como un hombre muy trabajador que solo estudió hasta noveno de bachillerato “porque le gustaba mucho la plata", que se la ganaba, por ejemplo, haciendo cuanta cosa le pedían de carpintería.

 

Durante seis meses, Yoni Edilberto llamó sagradamente a su madre todos los sábados. Él se trasladaba de la vereda La Paz hasta la cabecera de El Tarra exclusivamente para llamar a su madre y colocarle algo de dinero a ella y a sus dos hijos pequeños.

 

El 30 de noviembre de ese 2013 le dijo por teléfono a su mamá que iba a cruzar la frontera con Venezuela, entre otras cosas, para comprar los regalos de diciembre para la familia.

 

Mañana la llamó", le dijo Yoni Edilberto a su madre. 

 

Pero la llamada del día siguiente no se produjo y la angustiada mujer empezó a tratar de ubicar a su hijo en el teléfono celular. Al final, él contestó y de afán le explicó que estaba bien, pero que no podía hablar mucho porque —de acuerdo con la narración de Yadira Rodríguez—“tenía un problema con unos señores".

 

Nunca más se volvió a saber de él.

 

Entonces empezó el drama para la familia Rodríguez. Fueron a muchas entidades del Estado a denunciar su desaparición. Pero no hubo suerte. Tampoco lo encontraron en las morgues de Cúcuta y de otros municipios nortesantandereanos.

 

Así pasaron muchos años y, en marzo de 2024, doña María Gisela Cruz murió sin poder encontrar a su Yoni Edilberto. Su hija Yadira cree que su mamá se cansó de vivir con tanta tristeza. Por eso se desentendió de los médicos y dejó de cuidar los achaques propios de su edad. Tenía 70 años.

 

La desaparición forzada fue el cáncer que se llevó a mi madre", opinó Yadira Rodríguez, quien luego de la muerte de su progenitora continuó con la búsqueda de su hermano.

 

Por eso, tras la muerte de su madre, fundó la Asociación de Mujeres Buscadoras Dejando Huellas o ASOMUB, que reúne a más de 30 mujeres del oriente colombiano que han padecido también el flagelo de la desaparición.

 

Durante una breve intervención en el encuentro organizado por la Unidad de Investigación y Acusación en Pamplona, Yadira Rodríguez indicó que ella es consciente de que su hermano difícilmente aparecerá con vida, pero que espera que instituciones como la JEP le ayuden a esclarecer qué pasó con él en ese malhadado diciembre de 2013.  

 

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Durante el encuentro en Pamplona, las víctimas expresaron en el papel todo su dolor. Durante un ejercicio con expertos de la Unidad de Investigación y Acusación, una de ellas escribió:

 

Nuestras vidas eran muy tranquilas, pero desde el 27 de enero de 1997, cuando nuestro hermano desapareció, (la vida) no ha sido la misma. Mis padres fallecieron y se fueron con el dolor de no saber nada de su hijo".

 

Otra más plasmó en el papel:

 

Como un vaso de cristal (cuando se rompe), me siento destruida. Me dejaste caer al suelo, dejando mi alma herida, sangrando lentamente cada vez que se mueven las espinas".

 

Y una última afirmó:

 

Esta guerra nos deja un vacío. Como madres jamás nos recuperaremos. Se llevaron a mi hijo y jamás habrá paz en mi corazón".

 

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En otro ejercicio, las víctimas reconstruyeron jarrones rotos y explicaron cómo ha sido la cicatrización de sus vidas luego de los horrores que les ha dejado el conflicto armado:

 

En la vida recibimos golpes y caídas. Este recipiente tuvo una avería, la cual, con trabajo en conjunto, en equipo (…) reconstruimos(…) Eso significa que, a pesar de los golpes y de la violencia del conflicto, todo se puede superar": José Benjamín Gamboa, líder de Cúcuta.

 

Tal como quedó la vasija rota, “así quedó nuestro corazón cuando sufrimos el hecho victimizante, pero tratamos de reconstruirlo. Tratamos de olvidar, como los barquitos cuando se los va llevando el agua": María Cristina Suárez, víctima de Pamplona.

 

Cuando rompimos la vasija, “lo primero (que se nos vino a la cabeza) fue el recuerdo por nuestros seres desaparecidos. En la reconstrucción (de la vasija) reímos y lloramos. Se nos partió la base y la base es el corazón. El corazón hay que reconstruirlo bastante. Nuestro corazón se nos partió en mil pedazos": Lilia Suescún, víctima de Cúcuta.

 

Estamos tras la huella de nuestros familiares que desaparecieron forzadamente (…) Esta tacita representa memoria y no olvido. A pesar de restaurarla, quedaron cicatrices. Sin embargo, tenemos que recuperarnos. Cada día nos enseña que tenemos que seguir unidas": Yadira Rodríguez y su grupo de mujeres de Cúcuta.

 

La vasija rota “y los pedazos representan el dolor de cuando fuimos desplazados por la violencia. Pero, a pesar de los pedazos rotos,(estos) fueron reconstruidos. Estaremos aquí hasta encontrar a nuestros hijos": Elibeth Murcia, víctima de Cúcuta.

 

A pesar de que las cosas no quedan igual, se pueden reconstruir(…) Romper (la vasija) fue fácil. Cuando empezamos a reconstruirla fue difícil, porque no tengo paciencia. Reconocemos que reconstruirnos nos lleva tiempo y demasiada paciencia": Larry Aguas y su equipo.

 

Reconstruir no es fácil, pero para sanar heridas de un conflicto se necesita no solo de nuestra constancia, sino también de la mano de Dios. No creo que ninguna de las personas que estamos aquí lo ha logrado sola (…) Mi dolor ha menguado. Por eso es importante tener fe y esperanza": Berenice Vásquez, de Cúcuta.