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“Yo no fui guerrillero porque quise, yo fui obligado”, dice excombatiente de las FARC

La Unidad de Investigación y Acusación presenta un nuevo testimonio de las historias de vida UIA, con un excombatiente de las FARC.

Cuando tenía solo 11 años, Remington Sánchez fue reclutado por la entonces guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. No obstante su tragedia, hoy en día trabaja y hace fuerza por la paz y la reconciliación del país.

Su historia se inició en la ciudad de Villavicencio, donde nació hace 32 años. Entonces, cuando él era muy pequeño, su familia se trasladó al municipio de Miraflores, en el sureño departamento de Guaviare.

En 1999 las Farc se lo llevaron para convertirlo en un guerrillero. “Eso fue una locura. Hay varias formas de reclutar a la gente. Uno como menor de edad se deja endulzar muy fácilmente. Lo guerrilleros se metían a las escuelas de Miraflores y a punta de halagos (como motocicletas) lograban llevarse a muchachitos de entre 10 y 12 años para hacerlos delincuentes”, comentó Sánchez durante una reciente entrevista con la oficina de prensa de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP.

Se trataba de un encuentro (en la sede de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, una organización con sede en Bogotá que actualmente cuenta con más 665 mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado) en el que un grupo de muchachos víctimas de reclutamiento por parte de grupos ilegales contaron sus historias y se declararon incondicionales con la paz de Colombia.

De acuerdo con Sánchez, en Miraflores los guerrilleros “llegaban a reclutar a todo el mundo. Llegaban en lanchas y (con) lista (en mano) se llevaban a las personas. Pero nadie podía decir nada porque ellos eran la ley. Y al que dijera alguna cosa, fácilmente lo mataban. Entonces allá era la ley del silencio porque nadie podía decir nada”.

Para 2002, insistió Sánchez, las Farc eran los amos y señores de Miraflores. Es más, agregó, “yo diría que de la mitad del Guaviare. Eso estaba minado totalmente por el frente primero de las Farc”.

De hecho, los “jefes” de Sánchez en el frente primero fueron Gerardo Aguilar, alias “César”, y Alexánder Farfán, alias “Enrique Gafas”, quienes se hicieron tristemente célebres por haber sido los carceleros de la política colombo-francesa Íngrid Betancourt, quien fue rescatada por el Ejército el 2 julio de 2008.

“César y Gafas fueron los que nos dieron entrenamiento a nosotros en cursos políticos y militares”, añadió Sánchez.
De su paso por la guerrilla, lo primero que recuerda Sánchez fue la dificultad para cargar el fusil. “Esa vaina me pisaba. Esa vaina me quedaba muy larga. Yo tenía una AK-47. Cada rato se me caía. En la tierra se mantenía”, dijo.

A Sánchez no le gusta hablar de las cosas reprobables que hizo en las Farc porque “es muy doloroso para uno, pero a quienes les hice daño les pido perdón”.

Para Sánchez, su objetivo en adelante es ser un ciudadano de bien y “poder inculcarle a la gente que estamos haciendo todo lo posible para que tengamos una paz duradera”.

De acuerdo con Sánchez, desde que dejó las armas nada ha sido fácil para él, entre otras cosas, “porque, perdóneme la expresión, nosotros llegamos a una ciudad a comer mierda, porque nadie nos conocía. Todo el mundo nos juzgaba. Todo el mundo nos criticaba. Todo el mundo nos decía asesinos. Pero cuando la gente habla con uno, ya entiende las cosas. Es que yo no fui guerrillero porque quise, yo fui obligado”.

Al decir de Sánchez, sus años de guerrillero siempre fueron con base en amenazas. “Es que si uno les decía que no, le mataban a la familia y quién va a querer que le hagan daño a la familia”. Sánchez tiene cuatro hermanos (vivos todos). Su mamá fue desplazada de Miraflores y actualmente vive en Villavicencio. Tiene un hijo pequeño, con una chica bogotana, que se llama Dilan.

Del Remington Sánchez que fue guerrillero ya no queda nada. Es un excelente conversador. Habla en voz baja. De agresivo no tiene nada. Y se le encharcan los ojos cuando dice que “a mí me acabaron mis sueños. Yo no tuve juventud. Yo no tuve infancia. En vez de coger un juguete o un balón de fútbol, que me encantaba”, terminó con un fusil en sus manos desde los 11 años.
A las Farc, Sánchez les pide que digan toda la verdad, que reconozcan cuál fue la magnitud del reclutamiento infantil en sus filas. “En el frente primero por lo menos el 60% eran jóvenes”.

El último comentario que hizo Sánchez para esta entrevista fue: “¡Vivir sin armas es una chimba!”.​