​​​​“Yo no tengo tiempo de llorar", dice lideresa del Meta víctima del conflicto armado

En la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, les contamos la historia de María Doris Álvarez Gómez. Ella ha convertido sus tragedias en la fuerza para no desfallecer y, sobre todo, para ayudar a otras mujeres que también han sido víctimas de todo tipo de violencias.

Cuando creía haberlo padecido todo, María Doris Álvarez se encontró de nuevo con la muerte y entendió que la vida muchas veces es un valle de lágrimas y que nunca se está exento de la tragedia.

Soy madre de tres hijos. Vivo actualmente en Granada (Meta) y en Granada vive conmigo mi hija mayor y mi hijo, porque a la menor me la asesinaron el 14 de enero(pasado)", fue lo primero que le contó María Doris Álvarez al Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP.

Érika Marcela Mesa Álvarez tenía apenas 30 años y dos heridas de arma blanca segaron su vida el 14 de enero en Villavicencio. Pero no se fue sola para el más allá. La muchacha se llevó consigo un pedazo de la vida de su madre. Le dejó, eso sí, un chico de 16 años que actualmente lucha en un centro especializado contra la drogadicción.

Después del asesinato de su hija, explicó María Doris Álvarez, su nieto “hizo y deshizo en ocho días" a causa de las drogas.

La Fiscalía investiga aún el asesinato de Érika Marcela Álvarez. 

Años atrás, María Doris Álvarez había dejado Granada y, en busca de mejores horizontes, se encaminó a Puerto Gaitán, también en el Meta. 

Allí su hija mayor fue reclutada y abusada sexualmente por paramilitares.

Fue por esa misma época año 2000, que María Doris Álvarez también fue víctima de violencia sexual. Los paramilitares “llegaron a mi casa. Uno de ellos me golpeó con un revólver en la cabeza y abusó de mí", relató María Doris Álvarez, quien hizo énfasis en que ese hecho ha sido el más trágico en sus 53 años de vida. 

El abuso sexual “le cambia a uno la vida en todo", comentó María Doris Álvarez, con un nudo en la garganta. A la víctima de una violación, al decir de la valiente mujer, “le toca enfrentar la vergüenza de algo que no se buscó".

Fue una tragedia doble para María Doris Álvarez. Aparte del abuso sexual de que fue víctima, en ese momento la incertidumbre y la tristeza por el reclutamiento de su hija se acrecentaron. 

Al final la recuperó, pero —precisó— salió (del reclutamiento-secuestro) como una piedra. A ella le cambiaron el chip. Ella no era como una humana. No tenía sentimientos. Decía que nosotros nacimos para morir".

Hoy en día, y gracias a la ayuda de los especialistas, la hija mayor de María Doris Álvarez se recupera satisfactoriamente de los fantasmas que le dejó el reclutamiento.

Ella ya volvió a llorar", dijo María Doris Álvarez al referirse a su hija de 36 años.

En cambio, María Doris Álvarez se ha vuelto dura para llorar. Tal vez por falta de tiempo o porque son tantos los problemas que su mente siempre está ocupada.

Yo no tengo tiempo de llorar. A mi hija me la mataron el 14(de enero último) y la enterré el 16. El 17 me tocó correr con mi hijo para el médico porque intentó suicidarse (luego del asesinato de Érika Marcela). Cuando regresé con mi hijo a la casa, me tocó dedicarme a mi nieto que se entregó a las drogas", puntualizó María Doris Álvarez con un gesto de asombro por ella misma.

—¿Cómo ha hecho para no desmoronarse?

—Por la fe en Dios. Yo me levanto y le digo a Dios: Señor: Mi hija está donde está y te doy gracias porque solamente Tú sabes porque la tienes allá. ¡Dios es mi fortaleza!

—Aparte de Dios, ¿tiene alguna otra fortaleza?

—El amor a mis hijos y a mi nieto. Y la tercera fortaleza ha sido la familia en general y el hecho de no dejar derrumbar a mi mamá, quien tiene más de 70 años. Ella ha sido fuerte y me ha enseñado a ser fuerte.

—¿Cómo se convirtió en lideresa?

Doris empezó a renacer cuando se dio cuenta de que tenía una hija (la mayor) y que no podía dejarla derrumbar. Entonces empecé a tocar puertas y tocando puertas me di cuenta de que había más muchachas que han pasado por lo mismo.

—¿Qué pasó a partir de ese momento?

—Pensé en cómo podía ayudar a esas mujeres. Lo primero que hice fue prepararme y terminé el bachillerato a los treinta y pico de años. Después me preparé mucho en todo lo relacionado con temas de género. Antes había hecho un diplomado en formación política y liderazgo de mujeres. También me especialicé en conferencias sobre el no maltrato a la mujer. Todo eso me ha ayudado a empoderarme. A veces el sufrimiento y el dolor lo obligan a uno a ejercer el liderazgo con responsabilidad y con amor.

 

—¿Qué representa para usted el Día Internacional de la Mujer?

—Es un día muy especial. Ese día (sábado 8 de marzo) me voy a levantar y le voy a dar gracias a Dios por la vida de las que aún tenemos voz y también por las que ya callaron. Yo siempre digo que las que callaron, las callaron por algo.

—¿Algún regalo para ese día?

—Yo no quiero una flor ni una serenata ni una blusa ni una fiesta. Yo quiero un minuto de silencio por esas mujeres que callaron y decirles gracias. Por ejemplo, esas hermanitas que callaron cuando querían ser lideresas y ayudar por allá en otro país. (Se refiere a las hermanas dominicanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, quienes fueron asesinadas en 1960 por la dictadura de Trujillo). Yo vi una película y ellas me han dado fuerza para empoderarme más y no tener miedo. 

También (en el Día Internacional de la Mujer) voy a recordar a esas mujeres valientes y guerreras que lucharon por nuestro trabajo, por mejorar nuestro empleo, nuestra calidad de vida y nuestros sueldos.