​“Yo puedo perdonar a los que me hicieron daño con una condición: que no le vuelvan a hacer daño a nadie", dice víctima del Guaviare

Si por algo se caracterizan las mujeres víctimas de violencia sexual del departamento de Guaviare es por el temor a hablar de sus victimarios.

Es que esa gente sigue por allá", indicó Nidia (*), quien ha sido víctima de violencia sexual en tres oportunidades. Adicionalmente, la gente a la que ella se refiere tiene nombre propio en territorio guaviarense: guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes.

Nidia nació en el municipio tolimense de Chaparral, pero cuando tenía poco más de 17 años tuvo que dejar su tierra. Era más o menos 1989 y las presiones de la guerrilla la llevaron a tomar esa decisión.

Querían reclutarme y me negué", le dijo Nidia al Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP durante un encuentro en Villavicencio con más de 40 mujeres víctimas de violencia sexual del Guaviare.

Cuando llegó a un sitio de Guaviare conocido como La Fortaleza, “yo ya venía con un proceso de desplazamiento y otro de violencia sexual (tenía entonces nueve años)", agregó Nidia, quien habla despacio, en voz baja y con cuidado, es decir, mide cada palabra, tal vez para no comprometerse ni meterse en líos con nadie.

Pero en el Guaviare las cosas fueron peores", advirtió Nidia, quien resumió así el segundo ataque sexual de su vida: en el sector de El Limón, en Chaparral, fue agredida –según ella– por un sujeto que le pareció un paramilitar. Después de eso, observó, “uno se siente sucio en la vida. A uno le da como pereza aceptar a un hombre porque uno piensa que todos le van a hacer daño".

Ya instalada en La Fortaleza, la vida de Nidia no cambió mucho, al menos para bien. De entrada se colocó de mesera en un asadero de carnes que en la noche vendía licor. Eso sí, en las mañanas, desde las cuatro, tenía otro trabajo: raspar coca.

El objetivo de Nidia en ambas labores era hacerse a unos buenos pesos para pagarle el pasaje a Guaviare a una de sus hermanas que estaba en Chaparral.

Y una cosa llamativa, pero real: de acuerdo con Nidia, para finales de los años 80 la autoridad la ejercía la guerrilla en prácticamente todo el Guaviare.

–¿Cómo es eso?

–En ese tiempo le decían (los guerrilleros) a la gente: 'Usted la embarró, mire a ver si se compone'.

–Y entonces…

–Si a los ocho o 15 días (la persona) seguía peor, simplemente le decían: 'Saque una palita'. Al frente del caserío había una montaña y le decían: 'Calcule el tamaño y haga un hueco'. Entonces lo paraban junto al hueco, le pegaban el tiro, lo empujaban y lo tapaban con la tierra.

–¿Muchas veces presenció eso?

–Sí, varias veces.

Tiempo después, en medio de mucha desesperanza, tal vez producida por la pobreza y el maltrato verbal de sus sobrinos y el silencio cómplice de los padres de estos, Nidia pensó una vez en voz alta: “Me voy para la guerrilla".

Sin embargo, cuando estaba lista para dar el paso que cambiaría su vida para siempre, un guerrillero que la conocía, llamado Alejandro, la sentó y, con voz de padre o de hermano mayor, la puso en su sitio.

Me dijo: 'a usted qué le pasa. Está loca. Nunca más me vuelva a decir eso. Usted está muy joven y bonita para que esté pensando en esas cosas'. Me explicó que (en la guerrilla) iba a llevar del arrume y a comer miércoles. Tal vez yo le gustaba (a Alejandro), pero nunca me dijo nada", relató Nidia, quien es madre de cuatro hijos.

Después de varios años de ir y venir entre Guaviare, Chaparral y Bogotá, y también de una relación sentimental fallida, Nidia aterrizó finalmente en La Libertad, Guaviare, donde con la ayuda de sus hijos montó una taberna.

Cerca de ahí, a Nidia le tocó ver, hacia 2001 y 2002, “una casa en la que entraba una camioneta, entraba la gente caminando, pero la sacaban en bolsas negras, picada".

Fue una época terrible y espantosa, al decir de Nidia. Fue por esos años en que un guerrillero la violó. Fue también la llegada a la región de los paramilitares.

Y, lo peor de todo, fue que la población civil quedó entre la espada y la pared. Esto es: nadie podía mirar a nadie ni hablar con nadie para no ganarse la ojeriza de algunos de los actores del conflicto armado.

Epílogo: Nidia tiene 51 años. Desde hace más de 15 se dedicó al activismo. Empezó por pertenecer a asociaciones y a juntas de acción comunal.

Luego, tras varios traspiés impulsados –según ella– por personas con prontuario, montó su propia fundación: Avipovuli o Asociación de Víctimas y Población Vulnerable La Libertad Guaviare. Eso sucedió en 2020.

La meta es luchar por toda la población", dijo. “Es muy importante capacitarse uno para poder apoyar a la población", agregó. “Yo, como víctima, le pido al Estado la legalización de nuestras tierras; la mayoría no tenemos escrituras", añadió. “Yo puedo perdonar a los que me hicieron daño con una condición: que no le vuelvan a hacer daño a nadie", concluyó.

(*) La víctima pidió que su verdadero nombre fuera cambiado por razones de seguridad.​ ​​​