​​​​'La violencia hizo perder la historia de mi familia', dice lideresa de Caparrapí 

Bogotá, 2 de diciembre de 2025 (@UIA_JEP) La de Dicney Yolima Gómez es un historia de horror que se resume así: paramilitares y guerrilleros de la provincia cundinamarquesa de Bajo Magdalena, literalmente, se dieron a la tarea de exterminar a toda su familia.

 

Y por poco lo consiguen. 

 

Primero fueron sus abuelas. “Mis padres tuvieron una historia muy similar: ambos perdieron por los grupos armados a sus mamás", le contó Dicney Yolima Gómez al Grupo de Relacionamiento y Comunicaciones de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP durante un encuentro —el lunes y martes— con una treintena de víctimas de la capital colombiana. 

 

A mediados de los años 80, a la mamá de la mamá de Dicney Yolima Gómez la asesinaron los paramilitares. La nieta está segura de que el homicidio obedeció a un lío de tierras. La abuela pagó con su vida la osadía de reclamar lo que era suyo y de su familia.

 

A la abuela paterna, el 22 de mayo de 1988, la asesinó un paramilitar conocido como “Jaime". El motivo: la señora no se guardaba lo que pensaba y lo hacía público y, sobre todo, en voz alta. 

 

Cuando doña Hilda Gómez vivía en el municipio de La Palma (Cundinamarca), la guerrilla la echó de allá. Entonces se desplazó a Caparrapí, donde la esperaban las balas paramilitares en un caserío llamado San Carlos.

 

Mi abuela era muy rebelde para opinar y eso no les gustó (a los asesinos)", comentó Dicney Yolima Gómez, de 30 años y quien próximamente se convertirá en psicóloga de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD).

 

—¿Qué tanto afectó a su familia los homicidios de las abuelas?

 

—Ha habido muchas afectaciones a nivel emocional. Es que el daño trasciende. No se queda solo en la persona que lo vivió. No se queda en los hijos de la víctima, sino que pasa hasta sus nietos. La violencia genera unos daños intergeneracionales que trascienden.

 

—De lo que usted perdió por el conflicto armado, ¿qué es lo que más añora?

 

—Que se perdió la historia de mi familia. Yo escasamente sé la historia de mis padres, pero de mis ancestros no sé nada más. No sé qué aspecto tenían. No hay fotos.

 

—¿Qué tan afectados quedaron sus padres por la violencia generada por el conflicto armado?

 

—Ahí hay un daño que no se ha podido sanar. El asesinato de las mamás de mis papás también afectó la crianza que ellos nos dieron. Mi papá está muy afectado por el alcoholismo y la depresión. Nunca superó el asesinato de su mamá. 

 

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Dicney Yolima Gómez López fue la segunda de cinco hermanos de un matrimonio campesino de Caparrapí. Ella recuerda que de niña sus padres tenían una quesillería con ventas en Caparrapí, La Palma y Guaduas. De pronto, en un abrir y cerrar de ojos, el padre de Dicney Yolima Gómez cayó en desgracia con la guerrilla.

 

A principios de este siglo, “la guerrilla acusó a mi papá de ser informante de los paramilitares. Le dijeron que no podía vender sus productos ni en La Palma ni en Guaduas ni en Caparrapí. Para ese entonces La Palma era dominada por la guerrilla", precisó Dicney Yolima Gómez, quien con su madre se vino para Bogotá y terminó el bachillerato en el colegio 'Rodrigo Lara Bonilla' de la localidad de Ciudad Bolívar.

 

Afectada por los reveses económicos y el alcoholismo de su esposo, la madre de Dicney Yolima Gómez no tuvo opción distinta a la separación. Entonces las dos mujeres empezaron a buscar mejor vida en regiones distintas a Caparrapí. Anduvieron por Facatativá, por los Llanos Orientales y, finalmente, aterrizaron de nuevo en Bogotá.

 

En la capital colombiana, Dicney Yolima Gómez se independizó de su familia y se casó. Del matrimonio, hace año y medio, nació Emiliano Mercado o, mejor, la razón desde entonces de la vida de la valiente mujer.

 

Hoy, Dicney Yolima Gómez es una mujer tranquila que trata de recomponer el pasado de su familia. Tiene una excelente relación con sus padres. No guarda rencor con nadie. Ni siquiera con los que, por poco, extinguen a toda su familia.

 

Por parte de mi padre, tíos y primos desaparecieron (o fueron asesinados). Solo quedaron vivos mi papá y sus tres hermanos menores. Por ejemplo, la menor —entonces de cinco años— sobrevivió porque cuando fueron a matar a mi abuela se metió debajo de la cama y no hizo ruido. Yo calculo que en mi familia hubo unos 30 muertos", relató la también lideresa social.

 

—Entonces, ¿qué hacer con su familia?

 

—Hay que hacer una transformación. Mi familia no tuvo acceso a la educación. No tuvo afecto ni un entorno seguro para vivir. Y eso, precisamente, es lo que yo le quiero ofrecer a mi hijo.

 

—¿Algo más?

 

—Yo quiero también que se transforme nuestro linaje y nuestro legado, que quisieron eliminarlo totalmente.

 

—¿Por qué cree que mataron a tantas personas de su familia?

 

—Por rebeldes, por bocones, por andar en lo que no debían, por no tener cuidado, por no prevenir.

 

—Finalmente, ¿cómo se sentiría reparada por tanta tragedia en su familia?

 

—El daño ya está hecho y no hay forma de corregirlo. Pero lo que uno quisiera es que la historia de mi familia no se repita en otras familias.​